Pilar Ferrer

Mosquetera de la verdad

Con porte esbelto y firme, en su traje blanco y negro, levemente bronceada por unos pocos días con su hijo en tierras del sur, llegó María Dolores de Cospedal a la sede madrileña de la Audiencia Nacional. Mira por donde, el auditorio era muy diferente al que acogió a sus antecesores, Paco Cascos y Javier Arenas. Mientras éstos soportaron estoicamente un buen puñado de abucheos, la dama de La Mancha ganó por goleada en piropos: guapa, guapa, y guapa, gritaban unas señoras de este agosto capitalino, con ganas de jalear a la lideresa. Y un nutrido grupo de jóvenes, al parecer de Nuevas Generaciones, se concentraba en apoyo de su secretaria general. Ella, elegante, desafiante, enfiló el portalillo de la calle Prim. Ya lo dijo uno de los policías allí destacado, menudo mes de agosto y menudos estos periodistas. La cosa y la temperatura ardían.

Hay que reconocerlo. La gente estaba con Cospedal. Desde que estalló el escándalo Bárcenas, ella ha dado la cara como nadie. Aquí mismo, en esta casa de LA RAZÓN, inició la ofensiva: mentira, todo es mentira. Palabras fuertes y contundentes de quien le asestó el tajo definitivo al ex tesorero. Otros, desde luego, no pueden decir lo mismo. Porque subyacen en esta historia pasados que persiguen ser borrados, venganzas inconfesables, deslealtades profundas y otros intereses de gran calado. A mí, que me registren, vino a decir la dama manchega ante Ruz. Por cierto, según cuentan, muy receptivo ante las declaraciones de esta abogada del Estado. Nadie duda que de leyes, algo sabe.

Y tras casi tres horas, salió de la sede judicial. En los aledaños, en una cafetería de la calle Barquillo, periodistas, militantes y ciudadanos comentaban la jornada. Lola, Lola, clamaban algunas «fans» a su salida, eres la mejor. Y la lideresa del PP, con sonrisa calmada, agradecía el piropo. Valiente, con coraje, ha toreado un marrón que no es el suyo. Escribió Alejandro Dumas, autor de los Tres Mosqueteros, ante las traiciones del intrigante Richelieu, «los cántaros, cuanto más vacíos están, más ruido hacen. Así son, también, las mentiras vacías». Hete aquí ahora, a María Dolores de Cospedal, una aguerrida mosquetera de la verdad.