José Luis Alvite

Muérdanse la lengua

Muérdanse la lengua
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Dos ministros y los altos representantes de Renfe y Adif ya han declarado culpable al maquinista del Alvia sin esperar el resultado de los informes técnicos, como prometieron. Descartan cualquier fallo tecnológico y se adelantan descaradamente a lo que pueda decidir en su día el juez. Se veía venir. El Poder y las finanzas se unen y cargan contra un hombre para el que no respetan su presunción de inocencia. Está en juego un contrato multimillonario con Brasil, y los políticos y los contables no dudan en buscar un culpable para que no se frustre el negocio. Lo tienen fácil. Francisco José Garzón, el maquinista del Alvia, no parece que pese mucho más de cincuenta quilos. Es un blanco fácil, un obstáculo sin importancia, y será como si un tractor aplastase una nuez. Su propia empresa le ataca. Está condenado de antemano, así que, si no cambian las cosas, no parecerá descabellado que el juicio se celebre con el maquinista en prisión. Será como si a un condenado a la pena capital lo sentasen en la silla eléctrica cuando llevase varios días muerto. ¿Queda descartada de antemano la posibilidad de un fallo técnico? ¿Estará pactado el veredicto del dichoso informe pericial? ¿Suponen los dos ministros, en connivencia con Renfe y Adif, que se pueden atropellar los derechos más elementales de un hombre sólo porque pesa menos de sesenta quilos y casi ni se le distingue en las fotos al lado del policía que le socorre? ¿Conseguirán los políticos, como tantas veces, que la conveniencia prevalezca sobre la justicia? Yo desconozco lo ocurrido en la cabina del Alvia y sé que era ese hombre quien conducía el tren, pero la experiencia nos dice que cada vez que se produce un naufragio casi nunca la culpa es del timonel, sino de las olas. No nos precipitemos. Muérdanse la lengua, señores ministros. Al menos su silencio les pondrá a la altura tan digna a la que rayan los muertos.