Ángela Vallvey

Mujer

La Razón
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Para Averroes, la mujer era un hombre imperfecto. Ha llovido mucho desde que se pronunció esta aserción (o quizás deberíamos decir que ha subido la temperatura media del mundo), sin embargo, para algunos hombres, que por fortuna son cada vez menos, la sentencia continúa siendo válida, y sigue «sentenciando» a las mujeres como inferiores, sometidas... Parece muy difícil separar la maternidad y los trabajos del cuidado (no solo de descendientes, sino también de antecesores) de la «idea» de la mujer. Porque la mujer, a lo largo del tiempo, ha sido sobre todo una idea, que por cierto pocas veces se le ocurría a ella misma. El hecho de traer hijos al mundo y tener que sacarlos adelante hasta que se valen por sí mismos condiciona el lugar que la mujer ocupa en la historia, y ha logrado que a las mujeres se las relegue, por asociación con otra idea crucial: la de sexualidad, no solo ligada a la reproducción. Por el contrario, la educación de las mujeres nunca ha sido una prioridad para nadie. Incluso quienes la defendían, hasta no hace mucho, lo hacían por considerar que una mujer «formada» educa mejor a sus hijos que otra que carece de los mínimos rudimentos didácticos. Pero la progresiva educación de las mujeres ha conseguido, en muy poco tiempo en realidad, sacarlas poco a poco del lugar oscuro y oprimido donde se las venía colocando, y ocultando, tradicionalmente. Los avances legislativos les han otorgado derechos que se negaban secularmente, porque considerar a las mujeres una fuerza de trabajo, una mano de obra preciosa, hizo por ellas mucho más que algunas buenas intenciones ideológicas. El interés económico es un impulso poderoso, que primero libera aunque, llegado el caso, también puede ser explotador. Pero hay que ir por partes. Ser trabajadora (no en casa, que ya lo es, sino fuera de ella, como asalariada, en el espacio laboral público) le ha otorgado a la mujer un estatuto de persona con derechos. De persona, a secas. El mercado del trabajo ha liberado a las mujeres. La independencia económica, ganar un sueldo y poder mantenerse por sí mismas, pagar del propio bolsillo una habitación propia, es la manera que tienen las mujeres de ayer, hoy y siempre, de abonar su manumisión. Hablar de «mujer trabajadora» es una redundancia: no hay mujer que no trabaje. Ya solo les falta cobrar lo mismo que los hombres...