Irene Villa

Ningún territorio

Un año después de la tragedia de Santiago, no olvidamos a todos los que siguen tratando de rehacer sus vidas para continuar camino. Tampoco a esos servicios de emergencia, personal sanitario, donantes de sangre... y a todos los que acudieron a ayudar sin pensarlo, aunque estuvieran de vacaciones. Salvaron vidas y ojalá los familiares de los fallecidos encuentren consuelo. Otra tragedia que nos estremece y a la vez nos llena de impotencia y rabia feroz por la intencionalidad y el odio que entraña es la que ocurrió hace justo una semana en pleno vuelo que desde Ámsterdam se dirigía a Kuala Lumpur, y que fue derribado por un misil, en la zona controlada por los milicianos separatistas. Como si estuviéramos en plena guerra y el enemigo ocupara todo ese avión comercial. Víctimas inocentes, dicen que por error, pero atentando por motivos que la gran mayoría desconoce. Lamentablemente en otros lugares del planeta también la realidad terrorífica sigue despertando el mismo sentimiento de repulsa y denuncia en el mundo entero. Siria, Ucrania, Irak... Oriente Medio y el África Subsahariana permanece matando y muriendo. Ni siquiera los periodistas podemos contarlo sin estremecernos. Un laureado y experimentado corresponsal en Gaza, donde la mayoría de las víctimas son civiles y la mitad de los ingresados en urgencias son niños, tuvo que dejar de hablar y salir de plano en pleno directo por no ser capaz de controlar la emoción que brota del corazón de cualquier ser humano al ver tantas vidas destrozadas, tanto dolor, tantos niños asesinados... y es que ningún territorio merece una sola vida.