César Vidal
¿Nos hemos vuelto locos?
Siempre fue una empresa de éxito. Surgida en una región del norte de España, poco a poco, con enorme esfuerzo, fue extendiendo su red de clientes por todo el territorio nacional. Incluso pareció que con un plus de trabajo y buena voluntad tendría posibilidades en el mercado internacional. Entonces llegó el nacionalismo y con él su retahíla de consecuencias entre las que se encontraba la voluntad decidida de imponer la lengua co-oficial de la región en el resto de España. De entrada, se decidió que se debía atender a los compradores únicamente en esa lengua, la hablaran o no. Así, la persona que tomaba los pedidos usaba sólo la lengua co-oficial en las comunicaciones incluso si éstas tenían lugar por teléfono. Poco a poco, los antiguos compradores, situados en su mayoría en el sur de España, se fueron hartando de aquella muestra de delirante paletería y se buscaron otras compañías. Aunque todo se tradujo en pérdidas en cascada que tenían lugar en medio de la crisis, ninguno de los directivos dio marcha atrás. Las dudas sólo hicieron acto de presencia cuando una importante nación de Oriente Medio decidió firmar un contrato con la empresa que implicaba servir a un sector completo de la administración durante años. Era un auténtico regalo de los reyes de Oriente. La compañía envió el texto del contrato en inglés y en la lengua co-oficial. Los árabes, sin embargo, no estaban dispuestos a tolerar determinadas majaderías. Por correo, les señalaron que deseaban recibir el contrato en la lengua oficial de España y no en una de las co-oficiales. Para colmo, añadieron que el ministro del ramo de la nación árabe conocía el español y se sentía muy orgulloso de utilizarlo siempre que podía. La respuesta de los árabes provocó un seísmo en la compañía. Los directivos estaban dispuestos a perder el contrato. Desde la sucursal de Madrid, insistían, no obstante, en el quebranto económico que significaría para todos. Logró imponerse la sensatez madrileña y se envió un nuevo contrato, ahora en español. Demasiado tarde. Cansados de esperar, los árabes habían firmado el contrato con una compañía francesa. La última noticia que he tenido es que, siguiendo de nuevo los criterios de la sucursal de Madrid, están pensando en poner una persona que atienda los pedidos en español para intentar recuperar los clientes perdidos. Lo sorprendente en esta historia absolutamente verídica es que nadie se haya preguntado si no se han vuelto locos y, sobre todo, si hay remedio para esa locura.
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