Julián Cabrera
Nostalgia de Tinell
El anuncio de moción de censura en Extremadura contra un Gobierno al que no puede calificarse precisamente como de derechas, además de suponer un error político estratosférico, ha venido a recordarnos que los prejuicios contra todo lo que no luzca pedigrí de izquierdas siguen contemplándose por muchos como la senda para arrebatar gobiernos o perpetuarse en el poder.
No negaremos que el legítimo juego de pactos parlamentarios demuestra que tres más dos suma más que cuatro, pero tampoco que en ningún manual democrático está escrito que formaciones que defienden las libertades y muestran sentido de Estado tengan que ser objeto sistemático de un aislamiento que en ocasiones sitúa en los gobiernos a socios tan minoritarios como poco recomendables. Nadie en Alemania se habría planteado tras sus últimas elecciones legislativas una gran coalición contra el partido de Angela Merkel sólo porque se quedó en puertas de la mayoría absoluta.
IU ha sido durante muchos años muleta del partido socialista, unas veces cuajando eficaces gestiones públicas y otras siendo cómplice de auténticos desaguisados, todo por la máxima de «frenar a la derecha». Tal vez por eso reconforte ver el contraste del caso extremeño con un Escobar sin malear, frente al caso andaluz de los Valderas de despacho y coche oficial o los Torrijos de las mariscadas.
Los nostálgicos de Tinell no dudan en calificar allá donde les escuchan de «contra natura» un acuerdo en Extremadura que ni siquiera sienta a consejeros de IU en el gabinete de Monago. Son los mimos nostálgicos que silban y miran hacia arriba cuando se les pregunta a propósito del carácter «contra natura» de sus no tan lejanos pactos con el BNG en Galicia, en el tripartito de Cataluña o en Baleares con minorías radicales para gobernar a cualquier precio.
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