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La Razón
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Una cosa es tener en el DNI como profesión «Estudiante» y otra muy distinta es estudiar. Ahora que acabamos de inaugurar solemnemente el curso en la Universidad Rey Juan Carlos, con un discurso magistral de nuestro Rector (aunque olvida la situación de muchos profesores y PAS que sobreviven con sueldos muy limitados), puedo hacer una comparación entre los estudiantes y el resto de la población. Una cantidad todavía preocupante de españoles no tiene trabajo, está en el paro y pasándolo muy mal. Y otros tenemos la fortuna de tener trabajo. Entre estos últimos, hay quien trabaja y quien tiene un puesto de trabajo, que no es lo mismo, pero cobra, y quienes trabajan sin horario y sin cobrar, como es la mayoría de las mujeres amas de casa. Pero yo voy a referirme a quienes tienen un puesto de trabajo, pero que no dan un palo al agua: entre ellos, están los insolidarios que se escaquean todo lo que pueden, y quienes se sientan en el Congreso de los Diputados o en el Senado. Llevan desde diciembre cobrando suculentos sueldos y dando un ejemplo penoso a la ciudadanía. Así, pues, y hablando con familiares, amigos, colegas y alumnos, veo que la idea que comparto con ellos les parece adecuada. Se la transmito, pues, a los dos líderes que vienen a sacar a España de la corrupción y de las viejas políticas: al rey del pacto laqueado y al que recomienda libros de Kant que no existen y es un machista redomado y violento (azotes hasta sangrar para regocijo de sus feminazis): que no se cobre ni un duro en el Parlamento hasta que haya un Gobierno elegido. Y, si hay segundas elecciones y ocurre lo mismo, que, además de no cobrar, no pueda presentarse ninguno a las terceras elecciones. Ya que no quieren dimitir los tres perdedores, pero sí que desaparezca el ganador, esta es una solución de la nueva política, la auténtica, la que respeta el voto de los ciudadanos.