Manuel Coma
Otra vez cara a cara
Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas ha dado el tema en dos generaciones completas, casi exactamente dos tercios de siglo, que los parabienes para esta ocasión consisten en que todo se inicie sin el más mínimo acuerdo previo. Lo bueno resulta ser que se sienten unos frente a otros sin que nada se haya dicho de antemano, así no se crean falsas esperanzas. La otra cara de la moneda es que las verdaderas propuestas brillan por su ausencia. Todo un progreso para el realismo, fruto de más de cuarenta planes de paz, incluido el de José Luis Rodríguez Zapatero, que no quiso dejar pasar la oportunidad de contribuir a la ilusión con ideas no menos rutilantes que las de la Alianza de Civilizaciones pero, para fortuna de su maltrecho prestigio, todavía mucho más ignoradas.
Así pues, de lo que hay que felicitarse esta vez es de que el proceso exista de nuevo, algo que en diplomacia puede ser todo un éxito cuando no se espera llegar a ninguna parte sino mantenerse en el camino. La ruta apunta esencialmente a Washington, a quien a ambas partes les interesa proporcionar una satisfacción, aunque sólo sea en apariencia, algo que cuenta mucho en política. Sabe Dios si el secretario de Estado John Kerry es tan ingenuo como para creer que conseguirá algo más allá del puro cara a cara, que va a pasar a la historia como el gran solucionador. Probablemente sí. Eso es lo característico de la rotación democrática de líderes: abordan los más vetustos problemas como si acabaran de nacer en el momento que llegan a sus manos. Probablemente, lo que sabe del asunto es próximo a nada, pero el altísimo concepto que tiene de sí mismo le hace suponer que esta vez va la vencida o al menos la gran avanzada.
Con lo que está cayendo en el Oriente Medio y sus aledaños que, entre otras muchas variables, demuestra los límites del poder americano en su versión obámica, el bebé al que Kerry ha decidido dedicar todos sus desvelos ha sido el asunto israelo-palestino, que la primavera árabe y sus subsiguientes estaciones meteorológicas ha demostrado, entre otras cosas, que no es el centro político del atribulado mundo medio oriental, como los árabes, para camuflar otros problemas que les tocaban más de cerca, han tratado de hacernos creer durante tanto tiempo.
Desde marzo Kerry ha realizado seis viajes al epicentro del localizado conflicto y en este último se emperró en no volver más que con un tarro de las mieles del triunfo en la mano, para demostrar que él, su presidente y los Estados Unidos aún cuentan, al menos con unos pocos y si se empeñan a fondo. Bien es verdad que con toda su infinita complicación el meollo del asunto es inmutable y sencillísimo.
Los israelíes no van a ceder mientras no encuentren garantías físicas de supervivencia y los palestinos creen que darle la vuelta al veredicto histórico en su contra no es más que cuestión de paciencia.
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