Alfonso Ussía

Palabra asnal

La Razón
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Hablar mal, en el lenguaje figurativo, equivale a rebuznar. Rebuzna el burro, el asno, el pollino, el jumento y el borrico. De igual modo, el asna, la burra, la pollina, la jumenta y la borrica. Cuando, por la ingrata cursilería política de la paridad, Carmen Romero se refirió a «los jóvenes y las jóvenas», rebuznó. Como Bibiana Aído con «los miembros y las miembras». Pero tanto una como la otra han sido superadas con holgura por Irene Montero, que se ha descolgado del idioma con los «portavoces y las portavozas». Lógico en una parlamentaria que para expresar las dudas posteriores a sus intervenciones patricias pregunta a los periodistas «si la ha cagado». Esta bella mujer, portavoz de Podemos en el Congreso de los Diputados, habría hecho feliz a Wenceslao Fernández-Florez y sería protagonista de sus «Acotaciones de un Oyente». Y a Luis Carandell, cronista parlamentario de la Transición y autor de su divertido «El Show de Sus Señorías». –A su señoría, señor Cánovas, le sobran ínsulas–, le afeó un parlamentario. –No me sobra ínsula alguna porque no tengo islas. Si acaso, me sobran ínfulas, así que deje de rebuznar–. Y le hizo caso.

Una portavoz parlamentaria está obligada a distinguir entre un morfema y un lexema. Portavoz es una palabra compuesta a partir de dos lexemas. Y curiosamente, el segundo lexema, «voz» ya es femenino. La voz, las voces. El albornoz es masculino, como el arroz. Pero nadie acude a la playa con albornozas, ni solicita para comer un plato de arroza. La coz es voz femenina, como la hoz, términos muy cercanos a la sensibilidad de la señora Montero. Pero dotar, por burricie progre, a una palabra de un doble femenino supone una extralimitación asnal de la paridad. El masculino y el femenino de portavoz lo determina el artículo. Rufián es el portavoz de «Esquerra Republicana» y la señora o señorita Montero la portavoz de Podemos. De usar el vocablo «portavoza», femenino doble, a Rufián habría que aplicarle la consideración de «portavozo», que no es el problema fundamental. El problema fundamental es que la señora Montero ha rebuznado una vez más.

Para la Real Academia Española, rebuznar tiene dos acepciones. Dar rebuznos, o tocar la trompeta. Me ha sorprendido la segunda opción. Dar rebuznos resulta muy sencillo, como lo demuestran los asnos y los políticos incultos. Pero tocar la trompeta es dificilísimo. Un buen trompeta tiene que estudiar y ejercitarse durante muchos años para dominar el instrumento y adecuarlo a su boca con la medida justa. Ya en el Siglo de Oro de nuestra literatura, un trompeta con prestigio contaba con holgura económica para sus mercaderías, nada edificantes en los versos de Quevedo a Doña Julia de Mendoza, que no era ni doña ni Julia ni Mendoza sino Juana Pérez. «Era su nombre Juana,/ hija de un zurrador y una gitana./ Subió a fregona y se llamó Ana Pérez/ con ayuda de un sastre y de un alférez;/ y viéndose triunfante/ a Toledo se fue con un farsante/ en donde por doncella, una alcahueta/ se la encajó a un trompeta». Es decir, que rebuznar, amén de hablar mal también significa el dominio del donaire y el alarde trompetero.

Por otra parte, la paridad en el lenguaje asnal carece de cortesía. Aunque el feminismo radical y profesional, el feminazismo, no lo asuma, siempre la mujer debe anteceder al hombre en la consideración verbal. Ibarreche se dirigía a «los vascos y vascas», cuando lo correcto –dentro de la incorrección lingüística-, hubiera sido «las vascas y los vascos». Pedro Sánchez se emociona cuando les habla a «los compañeros y compañeras», que no a «las compañeras y compañeros», más sutil y elegante. Pero lo de las «portavozas» de Irene Montero es superior a cualquier burrada previamente emitida, sin entrar en asuntos de trompetas, que por otra parte, siempre resultan exóticos y sorprendentes.