Rosetta Forner
Para olvidar
Matar a un semejante es un evento digno de ser desterrado al país del «nunca jamás me volveré a acordar». La memoria es caprichosa, pero también es servidora fiel del consciente, de ese yo que, en lugar de asumir las consecuencias –terribles o no–, de su personalidad, opta por desconectarse y despedir a los recuerdos no gratos. ¿Es posible desconectarse y no recordar nada? Eso alegan los que olvidan algo, ya sea un evento, un trauma,o haberle quitado la vida a otro semejante. Al no estar dentro de la persona es imposible saber con certeza si dice la verdad o finge olvido. Hay quien finge tan bien que es capaz de engañar a reputados profesionales de la psique. La responsabilidad asusta.
De ahí, que estrategias de supervivencia, tales como locura transitoria, amnesia, personalidades múltiples... se usen para eludir responsabilidades. Podemos engañar a otros demás pero no a nuestra psique: consciente e inconsciente acaban por verse las caras. El objetivo de la psique es tener la casa interior arreglada. Por eso usamos los sueños, los lapsus, las enfermedades, los accidentes... para llamarnos la atención sobre aquello que sigue pendiente de resolución en nosotros, nuestro mundo interior.
Alguien que ha olvidado
–presuntamente– lo que hizo no debería tener el privilegio de la libertad aunque sólo sea porque esas vidas que arrebató ya no pueden vivir con ni sin vigilancia. Una cosa es la compasión y otra el negar lo desconocida e imprevisible que es el alma humana. Y, si vuelve a matar, ¿qué?
✕
Accede a tu cuenta para comentar