Paloma Pedrero

Pasan frío

Leo aquí que más de la mitad de los mayores atendidos por Cruz Roja pasan frío en sus casas. Sé de buena fuente que otros muchos ancianos, aún sin llegar al umbral de pobreza, tampoco pueden encender la calefacción de su casa el tiempo necesario para tenerla caldeada. Y claro, no pueden porque no pueden pagarla. Porque pagar el gas y la electricidad con las subidas constantes a las que nos someten se está convirtiendo en un verdadero imposible para muchos. Me estremezco sólo de pensarlo. Cómo puede ser que hoy aquí tantos de nuestros ancianos tengan que vivir enfundados en batas de cuello alto, con las manos y el rostro aterido, con el movimiento helado. Vivir así congela el alma. ¿Pueden sentirlo? El frío, la imposibilidad de encontrar calor en casa propia, nos convierte en personas sin techo. Tenemos puerta y cerrojo sí, pero no tenemos hogar. Estamos con sentimiento de calle. Me estremece y me indigna que un país lleno de casas vacías con calefacción central permita vivir a sus mayores echándose el aliento en las manos para poder manejarlas. Porque, además, los ancianos se enferman con el frío. Los catarros les pueden llevar a neumonías, por ejemplo, y las neumonías a la muerte. No, no es la prima de riesgo lo que hay que salvar; hay que luchar por la vida y la dignidad. Por evitar en lo posible el sufrimiento de los humanos. Lo demás es error, estupidez y violencia. Nuestros abuelos ayudan a sus hijos parados con sus pensioncitas. Les hacen compra, incluso les dan cama y casa de nuevo cuando éstos no pueden pagar la suya. No podemos permitir que ellos, nuestro calorcito incondicional, pasen frío.