Fernando Rayón
Piel de rinoceronte
Decían que Mariano Rajoy era un presidente cuya máxima aspiración era adquirir cuanto antes el estatus de ex presidente; dejar el cargo y retirarse. Pero las cosas suceden cuando tienen que suceder. Como le ocurren al protagonista de esa serie americana –«El sucesor designado»– que resulta ser presidente de los Estados Unidos porque es el único miembro del gabinete que no perece en un atentado masivo en el Congreso. Y aunque está deseando dejar el despacho oval, empiezan a suceder cosas que le obligan a tomar grandes decisiones en un momento crítico de la historia de su país.
Pues bien, Rajoy recibió un país en crisis. Una crisis económica sin precedentes que llevó a muchas familias y ciudadanos a pasarlo realmente mal. Y llegó el gallego y nos sacó de ella. Es verdad que tuvo una mayoría absoluta, pero la calle tampoco ayudó mucho. Y superada esta situación, ¿a qué más podía aspirar? Pero la historia tiene esos momentos fuertes en los que no hay más remedio que fajarse. Suceden porque sí, aunque el desafío independentista estuviera esperando este momento desde hacía décadas: Gobierno en minoría parlamentaria, oposición en crisis y alza de los populismos de todo tipo.
Me decía un viejo y sabio profesor que nada era casual en la historia. Si sabíamos leer los pequeños sucesos y situaciones, encontraríamos siempre la explicación a las tragedias de nuestro tiempo. Por eso, si algún necio cree que la independencia de Cataluña la han provocado los gobiernos del PP, o es que no ha leído nunca nada, o es que es de la CUP.
Y por eso a Rajoy piel de rinoceronte –Merkel dixit– no le ha pillado por sorpresa nada de lo que está ocurriendo. Quizá le hubiera gustado que otro presidente toreara este morlaco de nuestra historia reciente, pero ya venía bien entrenado con la corrupción de su partido, los pactos con una oposición personalista, y una sociedad harta que demandaba medidas excepcionales. Era el toro que le había caído en suerte. Pero, también para suerte, a este zaíno ya lo conocía.
Pero Rajoy se mueve como el rinoceronte: lentamente. Ni los picoteos de los pájaros amigos en la chepa le hacen moverse, ni tampoco la proximidad del león. Lleva esperando muchos años a la Justicia. A esa Justicia tan lenta como él. Pero una Justicia que cuando embiste, te deja grogui como a Artur Mas o a Francesc Homs. Una Justicia que lleva siglos investigando ese tinglado del tres por ciento al que se había apuntado el nacionalismo burgués, el mismo que ahora capitanea la independencia, y camina hacia su desaparición.
Llevamos mucho tiempo aguantando. Llevan los catalanes muchos años soportando a unos políticos mediocres y fulleros. Todos merecemos otra cosa. Por eso ya no puede extrañarnos que el rinoceronte coja carrera y se lleve a unos cuantos por delante. Nadie podrá decir que no estaban avisados.
Lo hubiéramos preferido tranquilo, dialogando con la hierba como algunos querían. Pero quizá ya no.
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