Ely del Valle
Pirañas en el Arlanzón
Burgos, ciudad a la que hasta la fecha se le desconocía alma de «kale borroka», se ha convertido en un dolor de muelas para Interior y en un pulso para su alcalde. Seguramente por eso, porque la zona no suele ser proclive a esta clase de disturbios, los antisistema aprovechan que el Arlanzón pasa por Burgos para montarse una de sus «raves» desquiciadas. A los 46 detenidos la remodelación de una calle les importa un bledo. Si fuera así, no utilizarían el destrozo como defensa. Habría que analizar el proyecto y conocer exactamente el porqué del rechazo vecinal para saber si el ayuntamiento está cometiendo o no una tropelía, pero ésa no es la cuestión. Lo que hay en este momento es un gasto en mobiliario urbano destrozado, provocado por quienes dicen sentirse indignados con el coste de las obras, y el mensaje, alimentado desde las redes sociales, de que el vandalismo obtiene resultados. Éste es uno de esos casos en que hay que andarse con pies de plomo: si la Policía actúa con contundencia contra los reventadores de cajeros, estos pasan inmediatamente a convertirse en «pacíficos vecinos» maltratados por las fuerzas represivas, y si se paralizan las obras por los disturbios, se crea un precedente nefasto para un país que ha conseguido mantener la paz social durante el machaque de la crisis. La violencia es, según una célebre cita de Asimov, el último recurso del incompetente, y los vecinos de Gamonal deberían saber que dejar que abanderen su descontento, por muy fundado que pueda estar, quienes utilizan la violencia como argumento para hacerse notar, no es el camino. Como mucho, una salida de emergencia sobre una piscina de pirañas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar