José Antonio Álvarez Gundín

Pompa y circunstancia

Los tiempos de estrecheces prohíben la ostentación y aconsejan huir del boato, en especial a quienes están entregados al servicio público. De ahí que los Príncipes prefieran una ceremonia de proclamación sobria, despojada de fastos y comedida en el festejo. Demuestran sensibilidad social y voluntad de ser ejemplares haciendo de la austeridad una norma de conducta. Aciertan, sin duda, en el planteamiento, pero se equivocarán quienes tienen que llevarlo a la práctica si confuden la mesura con la cicatería y la discreción con la clandestinidad. La jura y proclamación de Felipe VI es un hecho histórico que no puede despacharse como una visita al notario. Por respeto, sobre todo, a los ciudadanos, que tienen derecho a vivirlo con la dignidad de un acontecimiento excepcional.

Salvo algún que otro monárquico hormonado, nadie pretende que el 19 de junio, día del Corpus, España sea el pasmo de la naciones con un cortejo de oropeles y armiños, de piafantes corceles y de claros clarines. Ni siquiera cabe emular la pompa y circunstancia con que se adorna la monarquía británica en las ocasiones solemnes. Además de impropio, sería ridículo convertir la coronación en un circo bajo palio como hicieron los republicanos frikis con el Congreso el miércoles pasado. La Monarquía española no necesita paladines que la defiendan por su cuenta, que para eso ya están la Constitución y el sentido común de la inmensa mayoría de los españoles. Nada de esto tiene que ver, sin embargo, con convertir la entronización en un mero procedimiento administrativo que se pueda sustanciar en una ceremonia burocrática. Sería tanto como renunciar a sentir un cierto orgullo por la imagen positiva que ofrece de nuestro país al resto del mundo. Hace no tanto, España era un dolor de cabeza para Europa y su prestigio menguaba. Pero gracias al sacrificio de todos, en especial de los menos pudientes, se ha recuperado el crédito y una sincera admiración por el coraje demostrado. ¿Por qué habremos, ahora, de escatimar en un acontecimiento que ofrece la fotografía más prometedora y esperanzada de España? Somos afortunados al contar con una persona como Felipe de Borbón para la Jefatura del Estado y sería de cicateros no festejarlo ni presumir de ello. Más aún, no se entenderá la ausencia de autoridades y personalidades de países amigos. Del mismo modo que los Príncipes han honrado con su presencia las coronaciones de otros monarcas europeos y al igual que Don Felipe ha asistido a numerosas tomas de posesión presidenciales en Iberoamérica, la falta de correspondencia sorprenderá y no para bien.