Esperanza Aguirre
Pongamos que hablo de Madrid
Lo habitual es ver a Madrid como el centro de España, pero es mucho más que eso. Es símbolo de vanguardia, de diversidad, de confluencia y de anticipación. El rompeolas al que se refería Machado con aquellos archisonados versos que decían: «¡Madrid, Madrid, qué bien tu nombre suena / rompeolas de todas las Españas!», es aquel capaz de recibir esa marejada de todas las tierras. El oleaje rico y vivo de una España que no es Madrid, ni es una parte. Una España que es el todo, tolerante y abierta.
Pero los que la vivimos sabemos que Madrid también tiene una faceta de profeta. Cualquier movimiento se estrena en la capital y después se extiende como la tinta cuando se derrama al resto del país. Viene a ser como el París de los tiempos de la belle époque, los pintores impresionistas y el cubismo o el Nueva York a partir de Jackson Pollock y su «action painting». Quien no triunfa en Madrid, no existe.
Los resultados electorales de las dos últimas elecciones celebradas en Madrid deberían ser motivo de reflexión para todos, especialmente para el PSOE.
Es preocupante de por sí que haya sido superado por PP y Podemos y compita por el tercer puesto con otro recién llegado como es Ciudadanos. Pero no sólo hay que poner la vista en el resultado global de la región, es más oportuno, en términos de análisis, poner el microscopio en algunos territorios de referencia dentro de ella. El PP ganó en 170 de los 179 municipios que configuran la región; Podemos, en 5, y el PSOE, sólo en 4, de los cuales el más grande es Fuentidueña de Tajo. Los socialistas perdieron plazas como Alcalá de Henares o Alcobendas, donde el PP ganó con claridad. Especialmente dolorosa fue la derrota, también a manos populares, en Fuenlabrada, donde el PSOE había aguantado incluso en sus peores momentos. Otros sitios para la reflexión son Getafe y Madrid capital, en los que el PSOE ha quedado tercera fuerza.
Sin una organización estructurada en Madrid, un proyecto político claro y una mejor tarea en la oposición y en las instituciones donde se gobierna en precario, se lastra el futuro del PSOE en España. Pero no todo son malas noticias, existe una ventana de oportunidad. La Sra. Cristina Cifuentes no es ni el Sr. Alberto Ruiz-Gallardón ni la Sra. Esperanza Aguirre en sus buenos tiempos. Ambos representaron auténticos «Panzer» en la política. Además, está lejos de la mayoría absoluta de que gozaron sus antecesores y eso le hace más débil.
La rectificación del PP en temas como la gestión sanitaria o la apertura de los comedores escolares en verano, por ejemplo, ponen de manifiesto el reconocimiento de su error en tiempos pasados y que sólo la mayoría simple le hace reflexionar sobre sus empecinamientos. Sin embargo, los socialistas que hicieron bandera social con algunos de estos temas, están ausentes, o al menos no se les visualiza.
El apoyo errático a la Sra. Manuela Carmena, libre de crítica sustantiva, le convierte en colaborador necesario de la imagen de la alcaldesa, siempre maquillada de sus errores, y de graves problemas de gestión como las obras del metro o el tráfico y políticos como en materia cultural, de opacidad urbanística o la falta de proyección internacional de la marca Madrid.
Después de la sesión de las Cortes en la que se eligió presidenta y resto de la Mesa, se despejaron también muchas incógnitas acerca de la investidura. Ya no hay razones para seguir aplazando sine die la reconstrucción del PSOE como un partido fuerte y con arraigo social creciente. Va siendo urgente fijar la fecha de un congreso en el que se designe a la nueva dirección política y, después, como dice la canción de Sabina, «pongamos que hablo de Madrid».
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