Ely del Valle

Por encima de ideologías

Si hay algo que la crisis se ha llevado por delante, además del empleo, las becas «by the face», el mercado inmobiliario y el cheque bebé, es la reputación de los políticos. Hasta anteayer, tener un hijo con cargo era lo máximo. Hoy cualquier padre prefiere tener en casa a un grafitero que a un subsecretario.

La culpa, evidentemente la tienen ellos, que son, aunque sea por delegación, los culpables de este lío en el que estamos metidos. Políticos que insisten en esa aberración que es la disciplina de partido que les obliga a votar como un solo hombre aunque cobren como los tropecientos que son; políticos que confunden votos con patentes de corso porque creen eso de que el dinero público no es de nadie; políticos a los que en cualquier empresa privada les hubieran echado al minuto dos porque de gestión saben lo que yo de las propiedades del berilio y a los que nadie les ha exigido ni el graduado escolar; políticos, en definitiva, a los que hemos amamantado, consentido y malcriado y de los que ahora nos quejamos porque ya no estamos para hacer la vista gorda. Y a eso iba yo: a nuestra propia responsabilidad.

Dice la última encuesta de NC Report que queremos políticos que primen el bienestar general por encima de la ideología. No saben lo que me alegro. Ya era hora de que seamos conscientes de que lo que necesitamos son precisamente personas que aborden la tarea política con más profesionalidad y menos dogmatismo, que no ocupen cargos porque el partido se lo debe sino porque saben de lo que hablan; personas que puedan sentirse orgullosas de lo que hacen y que no tengan que ir por la vida parafraseando a Séguèla: «No le digas a mi madre que soy político. Ella cree que trabajo como pianista en un burdel».