Martín Prieto

Reconocer a Israel

El reconocimiento de un Estado palestino es una sugerencia de la debilitada y biempensante socialdemocracia sueca, introducida en la agenda de la UE. Es una idea contingente, que puede ser o no ser, y un placebo para el envejecido conflicto de nuestro cercano oriente. «Sensu» contrario el camino de la paz se transitaría cuando, por primera vez, los países árabes e islámicos reconocieran al Estado de Israel, comenzando por la simbólica Arabia Saudí (La Meca, Medina), teocracia tribal salvaguardada militarmente por Estados Unidos. El inexistente Estado palestino que Europa se apresta a reconocer es bicéfalo entre una Al Fatah en Cisjordania de moderación cuestionable y una Hamas en la franja de Gaza clasificada por la misma UE como organización terrorista internacional. Podemos hacer un pan como unas tortas. Un panarabista musulmán como el Presidente egipcio Anwar el-Sadat reconoció Israel, se dirigió en Jerusalén a su Parlamento ofreciendo la reconciliación y, como no podía ser de otra manera, acabó asesinado por los Hermanos Musulmanes. Pero señaló el camino. Isaac Rabin repudió su historial guerrero y encabezó un movimiento de paz entre Israel y Palestina, siendo ultimado por la espalda por un sicario de extrema derecha. En 2000 la última de las numerosas reuniones de Camp David entre Ehud Barak y Yasir Arafat bajo la tutela del presidente Clinton llegó a un acuerdo final de reconocimiento mutuo. El líder palestino abandonó la sala y susurró a Clinton: «Si firmo esto me matan en cuanto llegue a Ramala». Cuatro años después la sanidad militar francesa no pudo hacer un diagnóstico de su extraña muerte, y su viuda peregrinó por laboratorios europeos con los últimos calzoncillos de su marido por encontrar el tósigo invisible a los fisiólogos. El caso es que la muerte de Arafat fue un golpe para Israel y Occidente y otra posibilidad para el extremismo palestino e islamista. Cada vez que se aproxima la paz, prodigan los cadáveres exquisitos. El conflicto acabará como empezó Sadat. Europa está poniendo el carro delante del caballo.