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Luis Suárez ha sacado lo suyo, consciente de que sin la extraordinaria colaboración de Messi su ficha no se habría disparado. Leo es la piedra filosofal del Barça, hace mejores a sus compañeros, como Iniesta y Xavi le mejoraron a él, y, aunque en el fútbol la verdad absoluta sólo existe en los guarismos del marcador, sin su contribución el Barça sería menos Barça.

Suárez se gana lo que le pagan, pero seguro que no renunciaría a una parte de la soldada para aportar su pellizco a la renovación de Messi. Quizá a esa variable no le encuentre el sentido común que exige a los responsables de negociar con el papá. Que una cosa es predicar y otra dar trigo, y la encrucijada de Bartomeu es como para provocar el insomnio del cambio climático. Si no renueva al astro, se le cae el pelo, y el «crack» sabe que goza de una sustancial ventaja: es un futbolista diferente, exclusivo, incomparable, único en la historia azulgrana. Una leyenda.

La pregunta es si por conservar al mito hay que arriesgar la estabilidad económica del club. Los Messi exigieron en las siete renovaciones anteriores y en ésta volverán a actuar sin misericordia porque la posibilidad de cobrar una supermillonada en 2018 más allá del Camp Nou es un hecho. Los directivos del Bar-ça lo saben, también que tienen que hacer un esfuerzo económico descomunal que quizá no pueden permitirse. La situación de Bartomeu es delicada y, puesto que en Cataluña son muy aficionados a organizar referéndums, no estaría de más celebrar uno y preguntar si para que siga Messi hay que regatear al sentido común y al lucero del alba. ¡Menuda papeleta!