Restringido

Rodrigo Sánchez de Arévalo

Rodrigo Sánchez de Arévalo
Rodrigo Sánchez de Arévalolarazon

Natural de Santa María la Real de Nieva, estudió Cánones en la Universidad de Salamanca durante diez años; fue arcediano de Treviño, deán de León, de Sevilla, obispo de Zamora, castellano de Santángelo, embajador ante el pontífice Eugenio IV, el emperador Federico y el rey de Francia, y se encuentra entre los más significativos castellanos de la Iglesia del siglo XV y de los intelectuales que más intensamente llevan al extremo la defensa pontificia, ya sea en el pugnaz antagonismo de superioridad de poder y con el ya lejano problema de investiduras, o los excesos conciliaristas disparados en el Cisma de Occidente. Fue portador de un pensamiento político que reflexionó y escribió, desarrollando los supuestos aristotélicos en el proceso conceptual analítico de la comunidad política en su importante obra «Suma de la Política» (Madrid, C.S.I.C., 1944).

En la política castellana dedicó gran atención a Enrique IV, a quien elogia sus virtudes de fortaleza, piedad y mansedumbre. Ello no resulta extraño cuando se ha leído, con la atención que merece, el estudio histórico de Luis Suárez Fernández, «Enrique IV de Castilla», un verdadero prodigio de investigación histórica, de comprensión profunda y singular y análisis inteligente de lo que considera un reinado clave en la historia de España.

Sánchez de Arévalo, siguiendo las ideas de Aristóteles, aporta una analítica acerca de cuáles son los elementos de una comunidad política, en la que considera cuatro estados principales que proporcionan la estructura de una entidad comunitaria perfecta que son: el rey o príncipe, los consejeros, los jueces y el pueblo, concibiendo como perfección de gobierno la monarquía. Dentro del reino sólo ve factible el gobierno de uno, que colige con el apoyo de varias razones: el mayor poderío que lleva aneja la concentración de poder entero en una sola cabeza, afirmando la mayor paz de que gozan los que están regidos por una sola mente. Su romanismo es evidencia en procurar la vida tranquila, el orden y el sosiego entre los hombres. Pero lo templa tratando de evitar los excesos mediante una libertad medida, pues si la monarquía es preferible al gobierno de varios, quiere decir que el temple de Sánchez de Arévalo tienen requisitos para una perfección monárquica: que el príncipe prepare al pueblo para la consecución del fin; que quite los obstáculos que pudiesen interponerse y que ayude a cada uno en el cumplimiento de la particular tarea que le corresponda dentro del cuadro general social. En la «Suma de la Política» hace relato de doce cotejos que permiten discernir el príncipe del tirano en una exposición completísima, contraponiendo el proceder distinto del rey y el tirano.

El criterio jurídico que subyace consiste en que el rey gobierne ateniéndose a las leyes, «juzgando según las leyes». Desde luego no debe juzgar según su albedrío, sino conformar su voluntad con el derecho escrito.

El criterio político es la presencia física de la voz de la sociedad a través de las Cortes en la elaboración de las leyes: la ley «debe tener autoridad de príncipe en ordenar y consejo del pueblo, porque de otro modo no sería eficaz». En el cuadro detallista de Sánchez de Arévalo corresponde la leal obediencia de los súbditos, lo cual no implica subordinación de sometidos, pues sólo se conciben en función del buen gobierno, es decir, como un equilibrio unitivo de influencias en el cual la lealtad del súbdito se conjuga con la ejemplaridad del rey. El segundo plano de la comunidad son los consejeros, cuya influencia consiste en que de ellos se origina una frontera-barrera para las arbitrariedades del príncipe. Aconseja tengan experiencia formada, sean honestos, amadores de la justicia, decidores de la verdad, sin respeto a las personas. El sector de la judicatura en la comunidad es de suma importancia, pues de poco aprovecha a la comunidad «tener buenas e derechas ordenanzas si no se guardan e executan».

El pueblo, por último, se analiza desde el punto de vista ético y su permanente preocupación por la paz en la convivencia. Afirma que el oficio de letrado es «dañoso y peligroso», porque «es cosa difícil al abogado ayudar a uno sin dañar a otro»; por su parte, la estructura económica, «pues el dinero anda reñido con lo virtuoso», y en relación con los que acumulan dinero estima que «son ineptos para llevar la vida virtuosa en que la comunidad consiste». Al caballero lo ensalza como encarnación viva de valores y, en consecuencia, será muy de provecho para la comunidad. En la obra del catedrático Francisco Elías de Tejada, «Historia de la Literatura política en las Españas», se hace un excelente análisis de la compleja mentalidad de Sánchez de Arévalo, en la doble vertiente platónico-aristotélica y ampliando el conocimiento de este pensador político que se encuentra en los pródromos de la culminación política de la dinastía Trastámara.