Pedro Narváez
Rubal se acaba
Al candidato socialista le puede suceder lo que a mi admirado príncipe de Gales, que, de tanto esperar el trono, se encuentre con un retoño que acabe devorándolo, un infante con colmillos de lobo que creía tener dientes de leche. En política eso es hacerse un hombre, o una mujer, descubrir que se tiene una dentadura desproporcionada al cuerpo que nunca se deja en remojo en la mesita de noche. Rubalcaba se encontrará una mañana ante el espejo y descubrirá que sus dientes han menguado mientras su cabeza, esa de la que habla Felipe González, se agiganta hasta que el jersey del socialismo no le pase de las orejas. La Conferencia Política del PSOE arranca hoy con un líder a la deriva al que las encuestas le encogen como a la Alicia de Lewis Carroll mientras muchos conejos corren con la impresión de que llegan tarde porque para cuando tengan el reloj en hora el tren de las elecciones habrá pasado. No niego que el cerebro de Pérez Rubalcaba sea un prodigio científico, pero si la inteligencia es aprender del error y el acierto hay una pieza en el puzle de su mente que el tiempo no ha encajado. Nada raro, porque casi todos morimos en el engaño, creyéndonos a los que nos han mentido. Rubalcaba ha navegado a golpe de sondeo. Primero sonaron las alarmas cuando tras el congreso de Sevilla las encuestas decían que el PSOE podía quedar por debajo de IU, que fue para un socialista lo que para un norteamericano que Canadá invadiera Estados Unidos. Comienzan los guiños radicales a la izquierda visceral, esa que ya nace con incisivos crecidos. Luego, su periódico de cabecera le hizo creer en otro sondeo que adelantaba al PP. Es entonces cuando demora el tiempo a la espera de que cayera la fruta que resultó estar podrida con tantos gusanos larvados en la ambición. La última encuesta del CIS cierra el círculo maldito del que a partir de hoy los socialistas querrán hacerle salir como a un náufrago de su isla. Rubalcaba había visto un espejismo, lo normal en el desierto. Lo dice la RAE: «Ilusión óptica debida a la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta, con lo cual los objetos lejanos dan una imagen invertida». De ser así, no le quedará otra que andar con las manos.
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