César Lumbreras

¡Sabor, sabor!

La Razón
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Cada día que pasa, los consumidores se quejan más y más, y con toda la razón del mundo, de que las frutas y hortalizas que compramos no tienen sabor. Resulta tarea casi imposible encontrar un tomate que sepa a algo y, cuando se encuentra, por regla general hay que pagarlo a precio de oro. Si se coge la relación de las otras hortalizas, la situación se repite en la mayoría, ya sean pimientos, pepinos o zanahorias, por citar tan solo algunas. Otro tanto sucede con las frutas. Los melocotones no saben a melocotón; con el melón comienza a suceder lo mismo; idéntica situación se da en las ciruelas. En el caso del fresón, ejemplo paradigmático de la falta de sabor, los productores de Huelva se han dado cuenta del problema, aunque sea tarde, y están buscando variedades en las que prime el sabor, aspecto olvidado hasta ahora en las investigaciones. Además, han diversificado sus cultivos y ahora abundan por tierras onubenses las parcelas dedicadas a los frutos rojos, que, de momento, saben a arándanos, grosellas o moras.

Y es que durante los últimos años en la cadena de las frutas y hortalizas, desde los fabricantes de semillas y de nuevas variedades hasta la distribución, pasando por los agricultores, se han empeñado en dar prioridad a la presencia de los productos y a la duración de los mismos para que puedan soportar el transporte a grandes distancias y han olvidado todo lo relativo al sabor. Parece que ahora se han dado cuenta de su error y pretenden remediarlo, aunque no me fiaría mucho de que entonen de verdad el «mea culpa». Afortunadamente, aún nos quedan productos de temporada y de cercanía que nos permiten darnos un lujo, el del sabor, aunque solo sea en determinadas épocas.