Toros

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Sádicos

La Razón
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En Nueva York puedes enterrarte con tu perro. Y con el canario, la tortuga, el hámster, el conejo de indias, el loro, el gato y la serpiente. Antes disponíamos de cementerios para mascotas en los que, a un ritmo de siete al año, algunos lunáticos elegían ser inhumados. Hoy, con la ley firmada por el gobernador Cuomo, cualquier camposanto alternará la blanca osamenta de la abuela y las medallas del abuelo con los restos de Scooby-Doo.

Abandonamos la cueva donde pintábamos leones orantes, pasamos de comer crudo a aliñar el pernil y freír pajaritos y asar corderos, descubrimos el origen del mundo en el pico de los pinzones, hicimos de la tauromaquia el leit motiv de un millón de cuadros, poemas y canciones (Goya, Picasso, Bergamín, Lorca, Sabina, Los Rodríguez) y ahora, de vuelta de todo, desembocamos en el animalismo Disney. Tomamos por cuate al mirlo y al lagarto verde y al lince por contribuyentes. En nuestro afán por civilizarnos y no ser unos cafres vamos camino de tropezar en todos los mojones de la cursilería.

Al menos los protestantes, capaces de tirarse a una piscina para salvar a una libélula, carecen de la bilis de esos antitaurinos que insultan a las viudas y mean sobre las lápidas. Lo último en bellaquerías han sido los tuits en los que hay quien le desea la muerte a un niño enfermo de cáncer.

Adrián, que tiene ocho años y un sarcoma de Ewing, quiere ser torero y el otro día salió a hombros de la plaza de toros de Valencia. «Yo no voy a ser políticamente correcta», vomitó una tal Aizpea Etxezarraga en Twitter, «Qué va. Que se muera, que se muera ya. Un niño enfermo que quiere curarse para matar herbívoros inocentes y sanos que también quieren vivir. Anda yaaaaa! Adrián, vas a morir». El comentario es de una crueldad de cuerpo a tierra.

A este nivel sádico, repugnante, viscoso, ruin y encanallado llegan los partidarios de escribir barbaridades y fusilar a quienes piensan distinto, los niños primero. Bestias de camisa parda que recuerdan a esos oficiales de las SS que hipaban si el pastor alemán sufría luego de haber dedicado la mañana a gasear prisioneros. El hombre ha sido despiadado con los animales, pero también con sus semejantes; nuestra historia es un sangriento tiovivo y una fosa común. Ahora, si la modernidad era esto, si del ecologismo aparcamos en un creer que las vacas merecen más piedad que un niño entonces sí que ha llegado el momento de pedir que paren el mundo y solicitar la baja. La combinación del analfabetismo y la psicopatía llena internet de ácidos esputos y tintineo de cuchillos. Pase que quieras dormir junto a tu gato como si fueras Sinuhé el Egipcio. Pero la égloga del crimen y el anhelo de muerte ya mejor los dejas para tu casa y tus íntimos, si es que te queda alguno. De lo contrario tendrían que actuar los jueces. Cuando las bravuconadas pasan de la puerilidad a la violencia toca protegerse.