Alfonso Ussía
Saltadora
Ruth Beitia es diputada autonómica en el Parlamento de Cantabria. Además de parlamentaria elegida por los votos de los montañeses, es una mujer abierta, simpática, sencilla y muy bien educada. Además de abierta, simpática, sencilla y bien educada es un símbolo de la superación en el deporte, concretamente el atletismo. Multiolímpica, campeona de España y de Europa en salto de altura, una especialidad en la que los atletas españoles no han tenido calidad ni protagonismo. En el Parlamento cántabro es una diputada. En la calle, una santanderina querida y respetada por casi todos, y en el deporte, un prodigio.
Miguel Ángel Revilla es el presidente de Cantabria. Nunca ha ganado unas elecciones pero su habilidad en los pactos es notoria. Fue vicepresidente con el Partido Popular, presidente con el PSOE y ahora también presidente con el apoyo de los socialistas y otra fuerza política que no termino de recordar. Además de presidente de Cantabria, en la calle es un montañés querido y discutido, lo segundo más en la ciudad que en las localidades rurales. Asiduo tertuliano de programas de televisión de calidad dudosa, y siempre respetable por su condición institucional. En la vida es legítima toda evolución. Don Joaquín Ruiz Giménez, democristiano, fue ministro de Educación con Franco, y cuando recibió su inesperada notificación cesante, pasó a liderar una oposición blanda y beatífica que le granjeó las simpatías de la izquierda. Falleció en la izquierda moderada, más cercana al cirio que al puño, al que tampoco le hacía ascos. Revilla estuvo inmerso en la Falange, y fue en su juventud un hombre de los de derechas de toda la vida.
Evolucionó a un conservadurismo más moderado, y ahora milita en los aledaños de la izquierda. Su papel político tiene fronteras. Las que delimitan el territorio de Cantabria, a quien le ha dedicado todo su esfuerzo político, sus aciertos y sus errores. También coqueteó con un gran montañés injustamente tratado, Juan Hormaechea. Uno de los defectos más acusados de Revilla es su escasa sutileza en el trato con los demás. Conmigo –y es justo reconocerlo–, siempre ha sido agradable, amistoso y cordial. Quizá porque no tengo capacidad para convertirme en un adversario.
Cuando se habla, no se puede olvidar el escenario en el que suenan las voces y vuelan las palabras. En la calle, entre personas que llevan años tratándose, se impone el tuteo. En las instituciones, el respeto y la deferencia. Durante el Debate del Estado de la Región, al referirse a Ruth Beitia, diputada por el Partido Popular, lo hizo como «la saltadora». Lo es, pero en el Parlamento también es «su señoría». Ruth Beitia trata con respeto a su presidente, y su presidente haría bien en devolverle la cortesía.
De no ser respetuosa, Ruth Beitia podría haberle mencionado en el Parlamento como «el televisivo», o «el tertulianuco», pero no se le pasó por la cabeza. «Saltadora» es menos respetuoso que «atleta», porque puede ser interpretado desde el blanco o por las esquinas de la ironía amarga. Y por supuesto que vestida de corto y con los colores de España es una gran saltadora. Tanto, que volaría por encima de las cabezas de Revilla y de la mía sin hacer un gran esfuerzo.
La formidable atleta montañesa ha escrito en las redes sociales una respuesta a Revilla, en cuyo texto prevalece, una vez más, su buena educación. Para mí, que Revilla se ha equivocado mucho tratando con esa distancia no exenta de desprecio a la diputada Beitia. Como presidente de Cantabria, tendría que sentirse orgulloso de tener a la mejor atleta de España y una de las más grandes de Europa como ciudadana de su región. Sólo hay una Ruth Beitia, y es montañesa, lo cual tiene que enorgullecer a todos los cántabros, empezando por el presidente. No merece Ruth Beitia otra cosa que la gratitud de los españoles en general y los montañeses en particular, por su calidad, esfuerzo, trabajo, y afán de superación. Ruth Beitia es recibida en todos los estadios del mundo con una ovación, por ser además, la más veterana de las atletas que compiten y todavía triunfan.
Revilla no se va a disculpar, que sería lo correcto y deseable. Para llenar el vacío de su disculpa, yo le mando a Ruth Beitia, la diputada, la mujer y la atleta, un beso muy fuerte de gratitud, cariño y orgullo. Como montañés vocacional y de voluntario amor hacia esta tierra y como español, le debo muchas gratitudes a Ruth Beitia. Escrito queda.
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