Cristina López Schlichting

San Antón

Secuestraron a Ortega Lara un día de San Antón y ayer, por San Antón, ha sido enterrado su carcelero. Uno entró en tierra vivo, el otro, muerto. El almanaque traza extraños ajustes. San Antonio Abad era un ermitaño que renunció a sus bienes y los regaló a los pobres. Apreciaba mucho a los animales y se le suele representar acompañado de un cerdo. Pasó la vida retirado del mundo y durmiendo en una tumba vacía. Como un eco de su fortuito patrón, José Antonio Ortega Lara fue colocado en un sepulcro durante 532 días. Lo metieron en un cajón de tres metros por dos y medio, apenas uno ochenta de altura, sin ventanas. El zulo estaba enterrado en una nave industrial de una cooperativa de Mondragón, junto al Deva. La humedad infiltraba las paredes y el agua se remansaba en el suelo, me dolieron los huesos sólo de verlo. Él sabía que nunca iba a salir, así que se metía por la nariz bolitas de papel rodeadas con el hilo de los quesitos que le daban para comer, tiraba de los cordelitos desde la garganta y encajaba las pelotillas en las fosas. También tragaba los minúsculos paquetes, en los que ponía notitas sobre su historia, con la esperanza de que algún forense llegase algún día hasta su cadáver y pudiera conocer su identidad. Para el caso de que destruyesen sus restos, escondió cartitas en las rendijas de los muros, rodeadas de pelo, para dejar rastros de ADN. José Antonio llegó a tener barbas y pelo tan largos como San Antón y se afeitaba con un hierro afilado en una puerta y con él planeó suicidarse en un momento de debilidad. Ensayó cortarse las venas y ahorcarse, perdió mucha sangre. Se enfadaba con Dios y le pedía la muerte, lo culpaba por tener veleidades suicidas. Dice la historia que también San Antón padeció las tentaciones del diablo y son miles los cuadros en todo el mundo que representan la escena, algunos de ellos de El Bosco. La fe los ayudó finalmente a ambos. Desconozco el papel de Bolinaga en esta historia del eremita egipcio, tan sólo sé que ha muerto en libertad, de un cáncer con metástasis, aunque Pernando Barrena, portavoz de Sortu, dice que ha sido por la «dispersión de presos y el deplorable tratamiento médico». O sea, que la culpa la tenemos nosotros. Verdaderamente el mal tiene el poder de disfrazar de luz la oscuridad. Seguramente lo de Bolinaga encaja en la parte del diablo. Pidamos al santo que lo ayude, que falta le hace.