El desafío independentista
Septiembre
Septiembre vuelve siempre. Este año viene con música catalana. ¡Qué aburrimiento! Pero muchos estaríamos dispuestos a aceptar la amable invitación a unirnos al corro si no fuera por la cargante y estridente música de la política, que sofoca el son pausado de la sardana y amenaza el plácido septiembre de España. Septiembre huele a lluvia y a higos. Septiembre es un dulce racimo de uvas recién vendimiadas. Es el silencio del bosque y la caída de las primeras hojas. Septiembre es el vuelo bravío de la perdiz roja en la ladera. En las eras solitarias y abandonadas de los pueblos castellanos habrán brotado ya los espantapastores, que anuncian el otoño y la trashumancia, venida a menos desde que la lana, que abasteció un día los telares de Cataluña, cayó por los suelos. Con el tempero, salen los tractores a la barbechera. Pero siempre representará mejor a septiembre la acuarela de los bueyes en el crepúsculo arando en la lejanía. Y, como se sabe, el sol septembrino madura los membrillos. Por septiembre, dice el poeta Luis García Montero, se te llenan de humo los síes en la boca. (Los síes y los noes: buena metáfora para lo del falso referéndum de barretinas y esteladas, envueltas en humo pestilente. «¡Diguem No!»).
En la ciudad, septiembre es el final de la escapada, el trabajoso regreso al tajo, el perezoso reencuentro con la oficina y con la política. Todo vuelve a empezar en septiembre. Empieza el nuevo curso y los niños estrenan mochilas de colores camino del colegio. En mi pueblo y en centenares de pueblos de España nadie abrirá la escuela en septiembre. Nadie izará la descolorida bandera, ni se oirá desde la plaza el monótono recital de la tabla de multiplicar. Allí no empieza nunca el curso. La escuela lleva años cerrada. En septiembre, los pequeños pueblos, pasadas las fiestas y la marcha de los forasteros, volverán a encerrarse sobre sí mismos. Se oirá sólo el sonido de la fuente. La soledad y el silencio envolverán el caserío. Apretará el frío en la madrugada. Volverá a salir humo de las chimeneas. La familia, agrupada por la noche en torno al fuego, verá la televisión como único recurso contra el aburrimiento. «¡Volvemos a las andadas!», saltará con ira y hastío el más viejo cuando llegue el telediario con las noticias de Cataluña. ¡Septiembre de España!
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