Alfonso Ussía
Ser de «izquierdas»
En un sistema de plenas libertades, la comodidad social sólo la procura la militancia en la izquierda radical. Un desahucio y se moviliza la masa; la violación de un desalmado a una mujer concentra decenas de miles de protestas, que curiosamente no van dirigidas contra el violador, sino contra el sistema «machista y capitalista». Mete la pata el alcalde de Valladolid con una opinión irrelevante y las masas se movilizan. Desprecia con una frase machista –«Cospedal no sabe ni pasar la aspiradora»– el dirigente socialista García-Page a la presidenta de Castilla-La Mancha, y el desprecio y el machismo no encuentran otra respuesta que el silencio. Pero los silencios más graves y repugnantes –lo anterior es anecdótico y sin trascendencia– vienen de otros estercoleros.
El feminismo profesional español, muy partidista por cierto, sigue sin protestar en los foros internacionales por el secuestro, violaciones, torturas y ventas de 300 niñas secuestradas en Nigeria por el terrorismo islámico. Se las llevaron de una escuela cristiana. La bondadosa comprensión de las izquierdas a toda brutalidad del terror islámico cubre una inmensa bóveda de tolerancia. Más de 150.000 adversarios de Al Qaeda –Al Qaeda está detrás de todo aunque las siglas intenten confundirnos– han sido asesinados en Siria. Entre esos 150.000 sirios masacrados, torturados y crucificados, mujeres y niños. Dos mil palestinos entre ellos. El furor de la izquierda sólo se manifiesta cuando los palestinos se enfrentan a los israelitas, jamás cuando son víctimas de Al Qaeda. Cada cinco minutos, un cristiano es asesinado en Siria, Irak o Irán. No sólo no lo condenan, sino que a punto están de enviar por cada cristiano abatido un mensaje de felicitación. En el nuevo Estado Islámico de Irak han sido ejecutados, después de sufrir vejaciones y torturas, más de diez mil cristianos, e insisto, niños decapitados y niñas crucificadas, por el terrible delito de creer en el símbolo de la Cruz. Se organizan en las ciudades de España, y con especial derroche de entusiasmo y riqueza, grandes manifestaciones, fiestas y hasta una semana entera dedicada al «Orgullo Gay». Mientras los homosexuales se divierten de lo lindo, ninguno repara en los centenares de hombres que son ahorcados en los países de nuestra «Alianza de Civilizaciones» por el mero hecho de ser homosexuales. Sólo en una nación de Oriente Medio los homosexuales cuentan con todos los derechos, los mismos derechos que en España: Israel. Pero apoyan a quienes ahorcan a los suyos.
Pintadas en las calles. «No a la guerra imperialista con Siria». Recuérdese la marimorena que armaron los «culturetas» con la guerra de Irak. Después, cuando Zapatero envió a nuestros soldados a Afganistán, el silencio se apoderó de los subvencionados del sistema. Se rizó el rizo de la estupidez. «No hemos enviado a nuestras tropas a una guerra, sino a un conflicto bélico». Y las izquierdas, mudas, calladas, tapándose los ojos y mutilando sus plumas. Desde que principié el artículo hasta la línea que ahora pasa por los ojos de los lectores, han sido asesinados seis inocentes más por formar parte de la cristiandad perseguida. En España les ofrecemos toda suerte de facilidades para levantar mezquitas y en los países dominados por el islam asesinan a nuestros hermanos en el interior de las iglesias atacadas. Un inmigrante se hiere al intentar saltar la valla de Melilla. La ira roja contra el ministro del Interior, y los jefes de la Guardia Civil y la Policía Nacional. En Nigeria, los secuestradores de las trescientas niñas arrasan un poblado, matan a los hombres, violan y ajustician a las mujeres y se llevan a los niños secuestrados. Silencio, silencio, silencio.
Si en lugar de sangre, los cristianos asesinados en Irak, en Irán y en Siria llevaran en sus venas petróleo, ya habríamos reaccionado desde Occidente. El islamismo terrorista quiere imponer sus reglas, en el vivir y el vestir, en las naciones que acojen a los suyos. Tarde y mal va a reaccionar Europa, como siempre. Lo hará cuando tenga más enemigos en sus ciudades que fuera de ellas. Vuelven las amenazas a Andalucía. Pero allí lo importante para unos falsos progresistas es arrebatar la administración, tutela y culto católico de la Catedral-Mezquita a la Iglesia, que lleva ocho siglos administrándola. Ése, y no otro, es el objetivo de la majadería laica. Mil cristianos mueren en Siria. Ni un pensamiento para ellos. Silencio, silencio y silencio.
Eso sí. Suenan las dos sílabas de la indignación «progre», Gaza, y los medios de comunicación, tertulianos de los platós capitalistas con decoración de izquierdas, periódicos, titulares, firmas aburridas y demás ralea, se muestran consternados e iracundos. Han muerto niños en Gaza y también en Israel. Los segundos no cuentan. Y ése es el problema. El antisionismo, el odio al Pueblo de David, la negación del Holocausto, la necesidad de acabar con Israel. Ellos no respetan ni exigen derechos humanos. Todo les importa un bledo, siempre que Israel no se mueva de por medio. Los farsantes del silencio. Simplemente, antijudíos. Ser de «izquierdas».
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