Cástor Díaz Barrado

Supresión de visados

Es una buena noticia que vayan bien las negociaciones para que a los ciudadanos de Perú y Colombia no se les exija visado para su entrada en la Unión Europea. El proceso debería ir más rápido porque nada beneficia más a España que los ciudadanos latinoamericanos tengan facilidad de movimiento en el seno de la Unión. No hay que tener complejos en exigir un trato preferencial para estos ciudadanos y regular con criterios razonables las condiciones en que se pueden ejercer los derechos de «fácil» circulación. Es verdad que las relaciones económicas que mantienen los dos estados con la Unión Europea promueve que se adopten medidas de este tipo, así como que formen parte de un proceso de integración en América Latina que ha optado por fijar los criterios económicos como la base de la cooperación entre los estados que lo conforman, como es el caso de la Alianza del Pacífico. Pero más allá, España no debe perder sus oportunidades, y el desarrollo económico y social que está experimentando el conjunto de América Latina debe tener su reflejo en las relaciones entre nuestro país y los países latinoamericanos. Nuestra política exterior debe ser europea y comunitaria, pero no debe perder de vista los intereses nacionales así como las claras vinculaciones con otras zonas del planeta. Nuestra relación con los países de Latinoamérica supera criterios de rentabilidad económica pero, también, debe desarrollarse en este marco. España debe tener aliados en América Latina y vinculaciones con países que estén dispuestos a asumir la defensa y las posiciones de España en determinados foros internacionales. La supresión de visados es un paso muy importante en el marco de nuestras relaciones con América Latina, pero debemos asegurar que este proceso culmine lo antes posible y que se extienda a todos aquellos países latinoamericanos con los que tenemos una colaboración leal. Necesitamos una política exterior más intensa con Latinoamérica y debemos facilitar al menos dos comportamientos: los estudiantes latinoamericanos no deben tener dificultades para penetrar en nuestro espacio de educación superior, algo que viene sucediendo ahora y, cada vez, con mayor preocupación en los círculos universitarios. Seguro que, dentro de poco, nos arrepentiremos. Asimismo, debemos propiciar que los empresarios latinoamericanos no tengan obstáculos a la hora de estrechar nuestra relación en los ámbitos de su competencia. Hay que suprimir muchas cosas en nuestra relación con Latinoamérica. La supresión de todo aquello que impide una relación fluida y adelantarnos al panorama que se avecina en el futuro. O lo hacemos o sumaremos una lamentación más a nuestro pesar histórico.