Política

Martín Prieto

Susana y los lobos

Susana y los lobos
Susana y los loboslarazon

La descomposición del inacabable régimen socialista andaluz, en el que pareciera prohibida la alternancia política, dio paso a la que con simpatía cantaban aquello de «Susanita tiene un ratón...» por las habilidades ocultas que se le suponían a una funcionaria incombustible del PSOE desde su adolescencia, aún con tiempo para licenciarse en Derecho en once apretados años.

Susana Díaz ha acabado demostrando que tiene arrancada de caballo y parada de burro aceptando la imperiosidad gamberra de sus minoritarios aliados comunistas. Ni la neutralidad ofrecida por el mayoritario PP la ha disuadido de hacer el rídículo y demostrar que tiene freno y marcha atrás, sin entender que Cayo Lara ha sustituido a Lenin por el espectro de Simón Bolívar. Aprovechando la vecindad cabría aconsejar a Susana una tenida con el popular José Antonio Monago que mantiene la cohabitación con sus comunistas.

No sé de dónde viene eso de «tener ideas de bombero», gente de innato sentido común, pero el bombero Monago se hizo maestro, abogado, criminólogo, arriesgándose en el incendio madrileño de los Almacenes Arias (11 bomberos muertos) y expediciones de socorro en el Magreb. Y, además, es un verso libre en el PP. En verdad lo que ayudó a Monago a que Lara fuera desobedecido por sus menguadas filas fue que los comunistas extremeños no podían soportar más a los socialistas, ni política ni personalmente, habiendo llegado a un rumbo de colisión con los hijos de Rodríguez Ibarra. Prefirieron dejar gobernar a la derecha a rozarse un minuto más con la más casposa arbitrariedad autosatisfecha.

Desde la caída del socialismo real los comunistas no han pedido perdón como se esperaba ni han profesado en una clausura: han mudado de nombre, se han aliado con «verdes» bienintencionados, han descubierto los derechos humanos y las libertades civiles con casi un siglo de retraso, y han formado un Gulag de grupitos analfabetos sin otro pensamiento de apoyo que el escrache, la algarada, el garrotazo, el desdén por la ley «burguesa», las votaciones con capucha y adoquín alzado, que de tanta utilidad fue para las SA hitlerianas. ¡Comunistas y anarquistas, conjuntados! Este batiburrillo de las mil banderas pretende asaltar el Palacio de Invierno, pero por las cocinas. Susana, tan lista, con tantas ínfulas y ambiciones, no ha llegado a Caperucita y se ha dejado comer por los lobos.