Ángela Vallvey
TIC, baby...
Las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación) pueden convertirse en un elemento altamente tóxico para la formación de niños y jóvenes. En las XIX jornadas sobre adicciones de «Proyecto Hombre» se han ofrecido datos espeluznantes sobre el uso que de ellas hacen los más pequeños, y por tanto más vulnerables, de la sociedad. Los críos pasan una media de cinco horas diarias (¡nada menos!) mirando las pantallas de sus teléfonos móviles. La televisión, en sus mejores épocas, nunca había logrado congregar delante tanto tiempo a los jóvenes. El hecho de que los chicos se conecten cada vez de forma más temprana a internet está haciendo que proliferen los casos de «sexting» (uso de fotos sexuales en el móvil) y ciberacoso. Darles a los chavales libre acceso a internet puede tener los mismos efectos que entregarle a un chimpancé trastornado un arma cargada: alguien saldrá herido, con seguridad. Ayer, en Jaén, un docente me decía –espantando e impotente– que ve desanimado cómo los niños, cada vez más «niños», a una edad increíblemente prematura, usan contenidos pornográficos o inapropiados para su edad sin que, aparentemente, nadie pueda impedírselo. Le respondí algo que ya he puesto aquí por escrito antes: sospecho que el efecto de la pornografía sobre la infancia y la adolescencia en los países occidentales puede ser comparado con el que está teniendo, por ejemplo, la guerra de Siria sobre su población más joven. ¿Y cuáles son esas consecuencias si aún no hemos visto crecer y hacerse adulta a esta generación devastada, a la que se le ha robado la infancia...? No sé decirlo con exactitud. Pero sí intuyo que el resultado no será bueno, porque tanto la pornografía como la guerra conllevan una semilla de violencia que hacen arraigar en el corazón de sus víctimas. ¿Qué relaciones sentimentales, sexuales, adultas..., puede llegar a desarrollar quien ha aprendido a vincularse afectivamente con los demás siguiendo los modelos de la pornografía...? Esto es: dominación, subordinación femenina, deseo insaciable, carencia de límites o autocontrol, ausencia total de ternura, falta de sorpresa, privación de la alegría de descubrir y crecer... Para nuestra desgracia, ya comenzamos a comprobar la manera venenosa y dañina en que se relacionan entre sí criaturas de apenas doce años, infectadas por las deletéreas costumbres, rabiosas y nocivas, de un materialismo genital que está destruyendo la intimidad personal en aras del duro comercio. Puro hardcore pasional. Pura nada.
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