Alfonso Merlos

¡Todosa una!

Cordón sanitario zapateril. En estado puro. El caso de Vitoria revela la ausencia de escrúpulos y de propuesta nacional del PSOE. Sin paliativos. Y es la crónica de unos pactos anunciados. Salvo excepciones. El objetivo del cambio no era mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos sino desalojar del máximo número posible de ayuntamientos a los alcaldes del Partido Popular. Ésa era la agenda oculta, ahora al descubierto.

Es triste que un presunto partido de Estado como el PSOE haya acudido raudo al toque de corneta de formaciones antisistema del más diverso pelaje, de los restos de Izquierda Unida, de los hombres de paja que ejercen de testaferros de Podemos en las corporaciones municipales, de separatistas como los señores del PNV... y hasta de quienes (como Bildu) son considerados proetarras por el Tribunal Supremo. Nauseabundo. ¡Qué forma de desbarrar! ¿Tan desesperadas están las huestes de Pedro Sánchez? ¿Tan desunidas? ¿Tan convencidas de que su futuro va indefectiblemente unido al de los promotores del extremismo?

Cuando hay un partido político que impone la ley del todo vale contra el adversario está reconociendo varias cosas. La primera, su complejo de inferioridad (en este caso, respecto del Partido Popular). La segunda, su ausencia de principios sólidos e inexpugnables sobre los que articular su idea de gobierno. La tercera, su dependencia de los asaltadores de caminos que, ocasionalmente, entran en el juego democrático con la ufana pretensión de convertirse en cuatro días en los reyes del tablero. ¿A esto le llamamos regeneración?

No, señores, no. La desesperación no justifica cualquier táctica para el asalto al poder. Y, para desgracia de los socialistas, los votantes ya están tomando nota para las elecciones generales. Los supuestos triunfos de hoy pueden transfigurarse mañana en ensordecedoras derrotas.