Manuel Coma

Tripartidismo a la francesa

El socialismo baja, el derechismo sube y si el intento de los socialistas de buscar socios entre verdes y comunistas, que han resistido mejor el embate en la primera vuelta de las municipales, no da resultados en la segunda, que no otra cosa se espera, la principal consecuencia de estas consultas locales será que el bipartidismo entre el centro izquierda del Partido Socialista (PS) y el centroderecha de la UMP (Unión por un Movimiento Popular) tendrá finalmente que hacerle hueco en condiciones de paridad al Frente Nacional (FN), que lleva treinta años pugnando por conseguir un espacioso lugar al sol de la política francesa.

La estrategia de Marine Le Pen ha sido presentar el máximo de candidaturas que el partido podía dar de sí y las urnas la han bendecido con notables avances que espera amplificar en las europeas de mayo, en las regionales de 2015 y finalmente en las presidenciales de 2017. Puede ser el cuento de la lechera, pero si el actual ambiente político de desencanto persiste, su marca política está en mejores condiciones que nunca para hacerlo realidad. De hecho, lo de ahora ya es una confirmación de los resultados que obtuvo en 2012 frente a François Hollande, lo que convirtió al FN en un partido verdaderamente nacional en el sentido geográfico. La consolidación este domingo de sus ganancias del anterior será también fruto de otro cambio, que, igualmente, si persiste, modifica el panorama político francés. La UMP no se ha prestado a formar para la segunda vuelta un «frente republicano» con los socialistas, contra al peligro fascistoide. Otra vaca sagrada de la política francesa ha sido herida. «Republicano» es en Francia sinónimo de democracia y de todas sus virtudes. En caso de amenaza debe prevalecer sobre las divisiones partidistas. No ha sido así porque la UMP se ha ido impregnando de algunos de los temas del lepenismo: inmigración, seguridad... Por otra parte, la demonificación de la extrema derecha cada vez es menos eficaz. Hay votantes que se decantaron por Sarkozy en 2007, por el cambio prometido. Por el mismo motivo se inclinaron por Hollande en 2012. El cambio no llega y Francia sigue deslizándose hacia abajo. Ahora prueban otra opción, castigando a los dos grandes protagonistas de la política nacional. En 1983, los socialistas perdieron en la municipales y en 1984 en las europeas, pero Mitterrand dio un «giro hacia la austeridad», consiguió un pequeño despunte económico y fue reelegido en 1988. Hollande lo tiene mucho más difícil.