Manuel Coma

Un futuro desalentador

Un futuro desalentador
Un futuro desalentadorlarazon

Qué va a pasar ahora sólo Dios lo sabe. Es tiempo para conjeturas y especulaciones. Con toda seguridad podemos contar con que los chavistas de diverso pelaje se aferrarán al poder por todos los medios, incluyendo aquellos a los que su jefe no llegó a tener necesidad de recurrir abiertamente, por más que haya utilizado muchas formas más o menos soterradas de represión y violencia. Chávez, con sus continuas reformas para laminar la democracia y consolidar su poder, les ha dejado un aparato estatal que les ofrece grandes asideros para su perpetuación. Les ha dejado también un ejército de choque en las masas de venezolanos pobres a los que ha cubierto de mercedes procedentes del maná del petróleo, y que lo han idealizado. También, en el otro extremo del espectro social, se ha creado durante sus mandatos desde comienzos del 99 una nueva capa de ricos no menos corrupta que la oligarquía tradicional, que se lo deben todo al régimen, al Estado y a los métodos para succionar la riqueza del oro negro.

Lo que no les ha dejado son sus bazas personales. El zafio y espontáneo estilo del comandante conectaba perfectamente con las masas de muy bajo nivel cultural, porque en él veían a uno de ellos, que los representaba en un sentido que valoraban mucho más que la mecánica democrática del voto. Desde luego Maduro carece de las características necesarias para asumir esta peculiar herencia y es muy poco probable que el papel de devoto y gimoteante guardián de la memoria del superhombre sea suficiente para mantener las riendas del poder. Tratará de ser un mediador entre las facciones del chavismo, de hacerles comprender que sólo unidos pueden conservar el pastel, pero le va a resultar muy difícil sin un elemento propio de fuerza que le permita actuar con sus pares de modo imperioso. Tratará de someter a su control los elementos de fuerza, pero quienes ahora los tienen en sus manos no van a permitir mansamente que se los arrebaten. Cabe, por tanto, esperar que el verdadero árbitro del poder sea el Ejército, que tampoco se debe suponer monolítico, y la principal incógnita reside en el papel que puedan jugar las organizaciones populares de choque del chavismo y quienes las encabezan.

Los presuntos herederos en competición van a tener prisa en hacerse con el legado. Una pronta lucha por el poder, en la que La Habana sería también un contendiente, puede ser la apuesta con mejores oportunidades. Lo que va a ser difícil es que alguno de los aspirantes tenga el mismo grado de astucia que el llorado jefe. A pesar de todo su histrionismo, natural y calculado, de su desmedida ambición y de su gran osadía, el comandante sabía ser prudente y contaba con una rara paciencia. Después de dos intentos de golpe de Estado en los noventa (pues alentó un segundo, mucho menos conocido, sin mostrar su mano), decidió que la progresiva manipulación de la vía democrática podía darle, poco a poco, el mismo grado de poder y con más sólido anclaje. Su primera victoria en diciembre del 98 fue genuina, producto de la hartura de los venezolanos con la todopoderosa oligarquía, pero no menos de la inmadurez política que el poder de aquella había propiciado. En las siguientes victorias, las reformas antidemocráticas, los abusos de poder, las restricciones de los derechos de los opositores, el control de los medios, de la judicatura, de los organismos electorales, las compras colectivas de votos, presiones, chantajes y el completo menú de los de su calaña fueron consolidando su poder, guardándose siempre de esas aplastantes e increíbles victorias a la que tan aficionados son los dictadores. Stalin decía de Hitler que su defecto era que no tenía paciencia. Al impetuoso y astuto Chávez le ha sobrado, pero a los que ya son sus sucesores les va a faltar.

En cuanto a la oposición, salió muy desmoralizada de las últimas elecciones del pasado mes de octubre. Su corazón se habrá vuelto a llenar de esperanza, pero con un régimen de uñas y dispuesto a todo, corre graves peligros. Más le valdrá que de momento se concentre en la organización interna y en ofrecer esperanzas a esas masas de desheredados venezolanos de clase baja que con Chávez no han recibido más que una sopa boba provisional, amenazada por el tremendo deterioro económico del país, producto de la dilapidación, la incompetencia y la corrupción.