Julián Redondo

Un mundo feliz

Ancelotti hizo la apuesta por el buen gusto, por ese fútbol que parecía de otra época y que con Isco y James, uno u otro tapón de Bale, despierta también admiración entre los rivales. Dudaba antes del partido si sería conveniente la reaparición del galés, recién salido de una lesión. Optó por el tratamiento conservador, que coincide con el más atractivo; pero le utilizó la media hora final y chutó al larguero. Partidos habrá para todos, para unos más que para otros. Los controles de Isco, los cambios de orientación de James y los latigazos de Bale, como la fantasía de Benzema, valen el precio de una entrada. Aunque la victoria sea raquítica porque el Liverpool respondió mejor que Cristiano, negado frente a este equipo.

En Malmoe, Simeone optó por fortificar el once desde arriba con Raúl García; después metió a Griezmann. El Atlético inauguró por partida doble el casillero visitante de los suecos. Vuelve a pintarle bien en Europa.

Dos entrenadores distintos, dos equipos en las antípodas que exhiben lo mejor de sí mismos con óptimos resultados. Ancelotti y Simeone acreditan sus ideas con victorias. Corresponde a su colega Luis Enrique padecer el rigor de las derrotas; pero éste no se desmoraliza, al contrario. Esa osadía suya de siempre, que puede confundirse con una inmadurez innata, le invita a venirse arriba en las horas críticas: «Soy espontáneo, simpático; diría que hasta atractivo... y modesto», se define. Puede contar los chistes con más gracia que Chiquito de la Calzada y ser más guapo que Beckham, pero como el Barça siga perdiendo va a terminar desfigurado y protestado cada vez que abra la boca. Y le echarán de «Los mundos de Yupi», hoy morada de Ancelotti y Simeone.