Política

Manuel Coma

Un país en el abismo

Un país en el abismo
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Asusta lo que está sucediendo en Ucrania y no es para menos. Gorbachov parece haber resucitado y ha dado una apremiante voz de alarma. Una entre muchas. Lo peor es siempre una guerra civil, todavía casi impensable a no ser que el Ejército se parta, pero no imposible. Yanukovich parece no haberlo descartado cuando hizo algunos cambios en la cúpula militar. Eso implicaría una intervención rusa, lo que frena la desesperada hipótesis militar. Menos improbable es la partición del país, pero es casi igual de dudoso que fuese pacífica y que Putin la aceptase. Una situación caótica es ya casi lo que existe y las posibilidades de agravamiento son muy grandes. El país está al borde de la quiebra y el Kremlin se lo arrebató a Europa prometiendo comprar bonos por valor de 15.000 millones de euros y proporcionar gas a precio de amigo íntimo. Eso debía haber sido una fruslería para Europa, aunque lo del gas es bien complicado, porque viene de Rusia a través de Ucrania, pero la UE se dejó arrebatar la importantísima baza ucraniana con palabras de inusitada dureza para la maniobra putinesca.

Ucrania está plagada de problemas, pero el esencial es su división interna. Tiene varias líneas de fractura y lo grave es que se superponen con notable exactitud. No se trata sólo de democracia frente a autoritarismo, limpieza frente a corrupción. Está en juego un intratable problema de identidad nacional. El este no sólo linda con la Gran Rusia, sino que predominantemente habla su idioma, es ortodoxo y está dominado por magnates que, como los rusos, se enriquecieron de la noche a la mañana apropiándose lo que pertenecía al Estado comunista. Viven instalados en la corrupción y su hombre es el desaprensivo Yanokovich. En esa zona del país no hay recelos frente a Rusia, sino que privan las afinidades entre ambos, pero los magnates no quieren ser tragados por sus colegas del otro lado de la frontera y les preocupa la mala situación económica que Moscú podría no resolver, sino más bien agravar, más allá de unas dádivas momentáneas. El oeste es mayoritariamente católico de rito oriental, habla ucraniano, se siente poseedor de una identidad europea que desea consolidar como garantía de libertad, democracia, progreso y defensa frente a la succión rusa. Su fuerza reside en que muchas ciudades y pueblos están dispuestos a enfrentarse al Kiev oficial.