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Una de Chiquito

La Razón
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Una pena que Chiquito de la Calzada pase unos difíciles momentos en la UCI, aquejado además del peor mal que el doctor no puede curar, que es el de la soledad cuando se han cruzado los ochenta. A Chiquito no le dedican plazas en Madrid, como a La Veneno, que en paz descanse, por ser transexual y prostituta. Resulta que uno puede estar orgulloso de haber sido contemporáneo de un personaje friqui que alardeaba de sus chulos y de lo bien que la hacían gozar aunque de vez en cuando recibiera una paliza, como en una película almodovariana de la era prehollywood, y sentir placer culpable por admirar la tragedia del cómico, el destino fatal que espera casi siempre a los que nos hacen reír aunque ellos no lo hagan, como Buster Keaton, el hombre serio que una cláusula en su contrato le impedía esbozar una sonrisa en público, o Eugenio, que hoy tendría material para «saben aquel que diu», (no confundir con DUI). No reírse es volverse loco. Chiquito ha marcado a una generación que aún no había descubierto los memes. Memeces. La cultura popular recorre caminos que la razón no entiende pero que retrata un momento nítido de cómo somos o cómo fuimos. Chiquito reposa su tragedia como el destino escrito de los comediantes que una vez nos hemos acostado empiezan a llorar. Volvamos, pues a reír. Para Aristóteles somos seres rientes. Y Bergson le tomó la palabra y dejó escrito que la risa es exclusiva de los humanos. Los animales pueden crear situaciones divertidas pero no necesitan de esa catarsis. Forcadell, a las puertas del Supremo, de nuevo saludando como si fuera una estrella en la alfombra roja, provoca tanta risa como indignacion. Igual dentro se hizo un Candemor. Puigdemont, no puedo, no puedo, ha creado también en su drama un Chaplin con fregona en la cabeza en vez de un bombín. Es hora ya de hacer chistes ante tanta solemnidad, que es la antesala del ridículo. A lo Billy Wilder. Y a lo Chiquito, un personaje que al que hay que reivindicar en estos momentos de facciones circunspectas. Sólo un genio sin conciencia de serlo crea un universo único, un lenguaje nuevo que sus espectadores toman como suyo. La comedia, todavía, está infravalorada, y si es hispana las mismas masas que la disfrutan le hincan el diente ante los demás tildándola de casposa. Chiquito tiene además motivos personales para la admiración. La historia del hombre con una vida jodida, como la de la mayoría, que tiene que ganarse el pan, canturreando flamenco, por ejemplo, que rocía bálsamo alegre mientras esconde las miserias de la existencia misma. Es mejor una caidita de Roma que entrar en depresión permanente. La risa es la única salida de los hombres ante el mal de ojo del pecado original que no es otro que morir algún día de estos. Por eso, y porque no me siento oprimido por el Estado, hoy me preocupa más la salud de alguien más que entrañable que de la penúltima rueda de Prensa del golpista huido. Jar.