Restringido

Una oportunidad para Oriente Medio

Ángel Tafala

Un amigo siempre tiene derecho a aconsejar. Un aliado, cuando ve al líder confundido, sin saber claramente a dónde va, también. Esto último es lo que está pasando –en mi humilde opinión– con la política de la Administración Obama para Oriente Medio. Ayudar no siempre consiste en enviar tropas; a veces puede ser contribuir a encontrar una idea política que sea factible, que pueda ser implementada por medios militares con ciertas probabilidades de éxito, al contrario de lo que ha pasado en Afganistán e Irak.

Creo que ahora hay dos factores nuevos en Oriente Medio que permiten albergar cierta esperanza en encontrar ese objetivo final que lleve algo de paz –por fin– a aquellas atormentadas tierras. El primero de ellos es que EE UU empieza a no necesitar el crudo de la región, al menos no en el grado del pasado. El segundo es –paradójicamente– que las salvajadas del IS pueden unir a los principales actores en la región.

Intentaré desarrollar estas novedades por separado.

Las sofisticadas técnicas de «fracking» que permiten obtener crudo y gas a partir de la inyección de agua a presión sobre ciertas pizarras asfálticas están a punto de conseguir la autosuficiencia energética norteamericana e incluso que se vislumbre un futuro cercano en el que puedan convertirse en exportadores de energía. Esta autosuficiencia norteamericana tendrá profundas implicaciones estratégicas entre las que no será la menor el cuestionarse el actual despliegue militar en el Golfo Pérsico y en el Estrecho de Ormuz, que realmente tiene a China como principal beneficiario. El comportamiento de Arabia Saudí en la reciente reunión de la OPEC, manteniendo sus niveles de producción de crudo pese a la caída de la demanda mundial (con la inevitable bajada de precios), parece demostrar un cierto temor por el «fracking» y sus consecuencias estratégicas. Es decir, prefieren perder dinero que disminuir la dependencia energética mundial de ellos. Todavía el flujo de petroleros que atraviesa a diario Ormuz –se dirijan a donde se dirijan– será un componente básico del precio internacional del crudo. Pero habrá quien sufra mucho más que EE UU si su seguridad se pone en cuestión: China y Japón encabezan esa lista, aunque este último país menos, pues es aliado de unos EE UU futuros exportadores de energía. Cuando llegue ese momento, ¿por qué EE UU va a seguir garantizando el suministro energético a su principal rival económico a coste cero? Si se logra una estabilidad mínima en Oriente Medio que permita un repliegue estratégico norteamericano, ¿cuánto creen Uds. que tardaran en ejecutarlo? La falta de estabilidad en la región es lo único que se interpone ante la deseada retirada del cansado líder y en cierto modo ha sido ensayada –prematura y catastróficamente– por el presidente Obama.

Reflexionemos ahora sobre el segundo factor novedoso. Las salvajadas del IS han logrado el milagro: que todos los odien y quieran ser sus enemigos. En unas tierras que no tienen nada en común; con la religión dividiendo a sunníes y chiíes; con turcos, árabes , persas y kurdos odiándose históricamente; con intervenciones continuas de potencias ajenas a Oriente Medio; de repente surge algo en común, un enemigo universal: el IS. Si todos odiamos al IS, al fin tenemos algo que nos une, aunque sea temporalmente –es decir, mientras dure la lucha contra ellos–; algo que nos puede ayudar a lograr un acuerdo, aunque sea de mínimos, para estabilizar y equilibrar la región y permitir así el ansiado repliegue occidental. Pero habrá que darse prisa estratégica: lo que dure el IS.

Si los actores principales en Oriente Medio miran hacia atrás en la historia –como la mujer de Lot–, nunca podremos lograr la paz. Tantos errores han sido cometidos por todos, desde el desmembramiento del Imperio otomano al derrocamiento de Sadam Hussein; del asalto a la embajada norteamericana en Teherán a las amenazas a la supervivencia de Israel; que lo único que cabe decir es aquello de que tire la primera piedra –contra la paz– aquel que esté libre de errores.

Miremos pues a los obstáculos futuros y no a los errores del pasado, si es que queremos alcanzar dicha paz. El más sustancial obstáculo futuro que yo veo es la percepción por Arabia Saudita, Turquía y otras naciones de la región de que el programa nuclear iraní no es para un uso energético –al que tendrían todo el derecho como signatarios del tratado de no proliferación– sino para dotarse de armas nucleares de ataque y coacción. Esta percepción –tras una hipotética retirada del paraguas norteamericano– impediría encontrar un equilibrio entre sunníes y chitas y llevaría a un rearme nuclear general para tratar de evitar la hegemonía regional de Irán. Así nunca habrá paz en la región.

Soy consciente que ideas sin fuerza para respaldarlas no son nunca bienvenidas por los gobiernos de los pueblos que han sufrido tanto como los de Oriente Medio. La tentación de mirar hacia atrás –a la Historia– con ira, de encontrar chivos expiatorios a los errores de todos –incluidos los propios– será casi irresistible. Sólo la compasión por los futuros sufrimientos me ha llevado a exponer estas ideas. Tenemos una última posibilidad de llegar a un acuerdo, la común lucha contra el IS nos la ofrece. ¿Será posible la paz en Oriente Medio?