Elecciones Generales 2016

¡Váyanse!

La Razón
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Con esto de la «recampaña» y la «segunda vuelta a la española» propuse hace semanas en «La Brújula» que, con los resultados en la mano, el candidato que obtenga peores resultados (elijan votos o escaños) se vaya para su casa esa misma noche y se disponga a pasar un verano de alivio. Nadie aceptará semejante premisa de eliminatoria democrática porque todos aspiran a seguir blindados por los estatutos y la jerarquía de sus propios partidos. Pero si todos siguen y el panorama de reparto de escaños se calca de diciembre, hacen falta soluciones imaginativas. La dimisión, por obvia, es el principio de solución más improbable y los «penaltis» parecen poco serios, aunque tienen mucho éxito televisivo. La realidad es que las posibilidades de entendimiento entre líderes es imposible salvo que decidan darse un festín de sapos y tragárselos con fango para que no se hagan bola. Lo de Rajoy y Sánchez es una crónica de desprecio minimiza la obligatoria urbanidad. El empeño de Rivera de mostrar en los estertores del verano la cabeza política de Rajoy puede dejarle manco en el corte si se engancha con la guillotina. Luego están Sánchez e Iglesias jugando a birlarse el bocata de «choped», mientras juegan al «quién es quién de las ideologías». Han dejado la socialdemocracia, que es sustrato básico de las democracias occidentales, en el muladar donde evacuar la demagogia. El secretario general del PSOE ha llegado a pedir el voto a los del PCE... y la gimnasia y la magnesia se aparecieron como holograma dibujando ondas lisérgicas. Así que buscando encuentros humanos posibles solo me sale el descarte gubernamental de Rajoy con Iglesias. Esta campaña tenía una razón de ser: conocer los deseos y compromisos de pacto después del 26-J. Con esa premisa básica esa misma noche echar las cuentas propias de una democracia parlamentaria (detalle no menor) llamar al Rey y decir eso de «Señor, el cuco está en el nido». Las posibilidades pasan por sumar el centro izquierda o sumar por el centro derecha. Luego están esas propuestas de trenzado de constitucionalistas que son muy de señores estirados o «titiriteros con chorreras» a tiempo parcial. Estas son «subespecies opinantes» y con balcones a la calle que no tienen ni puñetera idea de cómo funcionan los partidos políticos. Los partidos son una estructura donde el odio, la envidia, la seguridad, las banderías y la ideología componen una fórmula que deja al pedernal a la altura del yeso. Por eso el mantenimiento de los líderes no depende de ellos, no depende de la persona, depende de la estructura que calcula su fragilidad con fórmulas que los ciudadanos no entendemos, aunque lo nieguen.