Toni Bolaño
Veredicto socialista: satisfacción
«S i le hubiera ido mal a Pedro, Rajoy no hubiera tenido que echar mano ni de Pablo Iglesias ni de Susana Díaz», dijo un entusiasmado diputado socialista. «Pedro Sánchez se ha ganado los galones», afirmó un compañero de escaño, hasta ayer crítico. No siempre ha estado de acuerdo con el líder de su partido, pero tras el Debate sobre el Estado de la Nación salió convencido, como la mayoría del Grupo Socialista. «En el PSOE se han cerrado filas», se afirmaba en los pasillos. Ximo Puig, candidato a la presidencia de la Generalitat Valenciana lo resumió así: «Era un debate muy difícil, empatar era suficiente, pero Pedro ha ganado».
Ésta era la sensación generalizada. Pedro Sánchez se la jugaba en el cara a cara con Rajoy ante los ciudadanos y, sobre todo, ante los suyos. La marejada de las últimas semanas que había desestabilizado su liderazgo y la tormenta sobre Madrid, que acabó con el cese de Tomás Gómez, centró toda la atención en su puesta de largo en el Congreso. Consciente del reto, Sánchez asumió en primera persona la preparación del debate. Disminuyó su agenda de actos y se arremangó su ya tradicional camisa blanca para centrar su intervención. A tenor del resultado entre los suyos, su trabajo ha dado sus frutos. «Pudo arriesgar más, pero no hizo falta», afirma su entorno, que defendía el discurso de Sánchez «como un relato de buenas maneras y críticas de fondo».
En las filas socialistas sorprendió lo que consideran «una salida de tono por parte de Rajoy». A su juicio, el presidente del Gobierno perdió las formas «cuando no pudo entrar en el cuerpo a cuerpo con Sánchez» y, sobre todo, «cuando el socialista le espetó que era un político limpio. Rajoy no puede decir lo mismo». «Se vio superado y entró en el campo de la descalificación personal», apuntan unos, mientras que otros son más contundentes: «Fue el primer discurso de Rajoy como líder de la oposición» y «actuó como un “outsider”».
Las críticas se ciñeron a cuestiones formales. «Me gustó más en la primera intervención que en la réplica. No la tenía que haber leído», afirmó un diputado. No todos piensan así. «No le entró al trapo a Rajoy y esto le provocó. Pedro se ciñó a su discurso, a su crítica sobre la economía, la corrupción, la Constitución y el bienestar», comentaba la mayoría. Al margen de los pequeños detalles, el ambiente entre los socialistas era de euforia. «Los viejos y los jóvenes están satisfechos», apuntaban en los pasillos. En esta línea se definió Meritxell Batet, la responsable del programa electoral del PSOE: «Pedro ha reivindicado la renovación de un pacto intergeneracional, que es el que ha construido al país, y una salida de la crisis justa para no resignarse a tener un futuro peor».
El debate fue un soplo de aire fresco. Los vaivenes de los últimos meses se antojaban un palo en las ruedas del PSOE. Para la mayoría, «Pedro ha aprobado el examen» porque ha hecho «un diagnóstico de la realidad acertado y con propuestas». Sin embargo, las heridas siguen abiertas. «Pedro lo ha hecho bien», dijo un diputado a LA RAZÓN, pero lo importante «no es el debate, es el poder. Dicen que hemos cambiado el candidato de Madrid para evitar la derrota. Es falso, lo hemos cambiado para administrar la derrota. Ése es el debate que interesa». Pedro Sánchez ha salido airoso de su rifirrafe con Rajoy pero le esperan a la vuelta de la esquina nuevos retos. Los pactos postelectorales serán los primeros, porque las espadas siguen en alto.
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