Literatura

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Vivir sin credo

La Razón
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Sé que es mucho más complicado pensar por uno mismo que vivir con una doctrina aprendida e inventada por otro. Pero estoy convencida también de que es mucho más creativo. Reflexionar, vivir ese momento en que, llenos de dudas, nos dedicamos a la tarea de considerar nueva y detenidamente algo, nos da felicidad. Incluso aunque no lleguemos a ninguna evidencia. Porque escuchar, ver, oír, oler y sentir el mundo por uno mismo nos lleva a la convicción de no saber, pero mientras llegamos a esa conclusión estamos viviendo a tope: sin dueño, sin partido, sin doctrina. En libertad. Enseñar a los niños a pensar por sí mismos sería la gran función de la escuela. Y es posible. Eso no impediría que estudiasen Matemáticas o Lengua o Inglés. Sin embargo, podrían cuestionar. Y ser diferente sería un grado y no una estigma. Ahora bien, para educar en libertad hay que ser libre, o al menos consciente, y estas sociedades materialistas e inmorales no quieren ciudadanos pensantes. Tampoco los lideres políticos, ni los grandes empresarios, ni nadie que tenga mucho dinero. Tienen miedo a perderlo. Como si el dinero les diese la dicha. No, no somos más felices con dinero, poder y credo. Al contrario, los que más tienen de eso son más agresivos. Y mientras un ser que piensa duda, uno que tiene una certeza mata. Pero, por favor, ¿cómo tener certezas cuando todo cambia? ¿Cuándo somos moléculas conectadas unas con otras, y dar al otro es darte a ti mismo? Cuando Roberto Benigni recogió su Oscar dijo: «Doy las gracias a mis padres por haberme dado el don de la pobreza». El don, creo yo, de saber ser uno mismo en la escasez. Y en la duda.