Italia
Ya es primavera en La Razón
Parece que el tiempo así lo proclama. Además en esta pre-primavera, el tiempo se comporta como se espera, soleado, lleno de perfumes, el azahar embriagador, pero con su punto de fresco al atardecer. Vamos, de ponerse una rebequita. Pero para los poetas la primavera es la estación del amor por excelencia, así lo ha comprendido «¡Hola!», que esta semana nos regala desde su portada a una bellísima Carlota de Mónaco. Ella parece hacer bueno aquello del «amor, mejor en primavera», por lo que tiene un nuevo amor, de nombre exótico: Dimitri Rassam. El trío de galanes que ha llenado la vida de la princesa tiene una cosa en común, que son carne de cine. El primero, actor, con el que tuvo un hijo. Una vez producida la ruptura, le faltó tiempo para comenzar otra historia amorosa. Esta vez, director de éxito en Italia. Duró el amor poco más de lo que se tarda en hacer una película. Pero pasado un breve tiempo aparece en la vida amorosa de Carlota un amigo de siempre, el referido Dimitri, hijo de la actriz Carole Bouquet, amiga de siempre de Carolina de Mónaco. Aparte de la conexión cinematográfica de la suegra, es que el nuevo afortunado es productor de películas. Una especie de círculo que se cierra. Elemento primordial para contar una historia, el dinero, que pone o consigue el productor. Para conseguir tal fin, con el dinero en la mano, o más cómodo en el banco, un director que sepa llevar al éxito lo filmado. Indispensable para conseguir la emoción o la risa de los espectadores, el actor. La pregunta es: ¿efectivamente será ésta la historia final en esa especie de adicción amorosa con el séptimo arte como salsa base o seguirá recorriendo toda la escala de personas necesarias para que la película se produzca? No sería extraño que se formase una asociación de guionistas, directores de fotografías, artísticos, figurinistas, peluqueros, maquilladores... ofreciéndose a la caprichosa y bella Carlota para cuando necesite un recambio .
Esta semana tenemos en la portada de «Diez Minutos» a una resucitada, mediáticamente naturalmente. Se trata de la vidente, claro según ella, Cristina Blanco. Esta mujer con una tremenda habilidad, descaro y fabulación, consiguió convertirse en un personaje, al que encontrabas en casi todos los sitios. La conocí mucho antes de convertirse en la vidente más famosa. Su hijo el actor Miguel Ángel Muñoz, siendo un niño, fue contratado por el productor cinematográfico Luis Méndez –gran amigo mío– para protagonizar «El palomo cojo», basada en la novela de Eduardo Mendicutti. Luis nos invitó a un grupo de amigos a Sanlúcar de Barrameda, donde se rodaba la película. Allí estaba Cristina acompañando a su hijo. A la media hora ya se había hecho con todos, nos contó que trabajaba en El Corte Inglés, que ante había trabajado de bailarina en una compañía de revista, pasó el tiempo y de pronto empezó a ser habitual en cenas y fiestas, de la mano de Marilí Coll y Mae Dominguín, personajes muy conocidos tanto en la sociedad madrileña como marbellí. Entonces empezó su ascensión, gastando mucho dinero en agasajar a conocidos a los que veía como futuros clientes. Empezó a tener su sección en revistas, la tuve de compañera en el programa de Terelu Campos en Telemadrid. A mí empezaba a caerme gorda, que, por cierto, lo estaba. Ella, para demostrar sus poderes, en medio de un cóctel, de pronto se paraba delante de alguien y como entrando en trance le decía: «Estoy viendo a tu lado a una mujer joven que quiere quitarte a tu marido». A través de sus contactos sabía que efectivamente esa historia existía, pero al anunciarlo en público, dando por hecho que no estaba al tanto del problema, se creaba un aura de credibilidad de la que salían bastantes clientes. La cosa terminó mal, los cuantiosos gastos, que no se correspondían con los ingresos, la llevaron a cometer apropiaciones ilegales que la sentaron en los juzgados, siendo condenada. Esta caída le produjo problemas mentales, de los que se recuperó. Llevaba una vida humilde y discreta, ahora esta especie de resurrección puede perjudicarla, si pretende volver a la videncia.
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