María José Navarro
Yo, Leonor
Qué aburrrría que estoy, por favor. Bendito sea Dios qué día. Dos mil manos, así, una detrás de otra, con el repelús que me da y sin gel desinfectante ni nada. Y venga gente, y venga manos. Mira cariño, éste es Ignacio González, el presidente de la Comunidad de Madrid, me dijo mi madre, que no paró de darme la turra explicándome absolutamente todo hasta ponerme la cabeza como un bombo. Anda, el del ático, respondí. Y entonces sentí como un pellizco seco en el cogote y comprendí qué es esto de ser reinita. Porque ya soy reinita, ojo. Ya. Ya soy reinita, señores. Aquí donde me ven, ya mando una barbaridad, aunque de momento me dejo hacer sin rechistar trenzas laterales que luego cuando me las quito se me queda la frente rastafari. Por cierto, que me he visto en las fotos y tengo los dientes como Bob Esponja. Como se dé cuenta Altibajos me pone un aparato como una alambrada de gorda. Cualquier cosa en vez de ponerme unas gafas de sol de espejo y de marca para el momentico del balcón, que hay que ver qué rato pasamos con el solazo que pegaba. Que mucho manoteo y mucho saludo y mucho besico pero se veía menos que Pepe Leches. Que se lo dije a mi padre: qué os hubiera costado traer unas gorras de la Caja Rural, vamos a ver. Total, que estoy rota. Rota y cansá como una perra y encima medio lesionada desde el miércoles. Eso me pasa por ir a dar un beso al abuelo y placarle. Qué culetazo. Oyes, otra cosa no, pero la cadera nueva es buena. Me voy, que tengo hora para subirme la ceja. Tendré que empezar ya con los retoques, ¿no?
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