María José Navarro
Yo, Leonor
He estado mirando el «Hola» con los ojos como disecados y me he «quedao muerta. Bien es verdad que el colorido de la bufanda que lleva ella y el amarillico del contraste deja la cosa como muy patriótica. La nobleza puede que se vaya de picos pardos y no distinga de clases, pero la verdad es que no da puntada sin hilo. Siempre pendiente de España, qué barbaridad. «¿Madre, tú crees que cuando yo sea mayor podré echarme de novio a un actor ajadito y golfo?». El pellizco que he notado en la pierna ha sido de pegar una voz, pero he preferido hacerme la forzuda y he seguido tocando las narices. «Madre, no te pongas así y mírale la parte positiva. Las únicas mujeres que se le han escapado a Coronado somos tres y dos somos menores. A no ser que tengas que darnos una noticia, estamos de enhorabuena». Ahí ha venido ya el drama y cuando Altibajos estaba ya a punto de mandarme a un reformatorio al norte de Inglaterra ha aparecido mi padre en escena. «Cariño, no deberías ver estas revistas. A mami no le gusta que las veas y yo considero que es un comportamiento prematuro que no corresponde a tu edad y que puede enseñarte una realidad deformada y carente de sentido». Cuando estaba ya a punto de dar un cabezazo de sueño se me ha venido a la mente el caso de Inés Sastre, que se los busca a todos extranjeros y me ha parecido bien lo de la duquesita, qué leches. Ayyy, el día que yo ya pueda echarme al monte. Temblad, izquierdosos, que voy a ir a saco. Me voy, que llevo retraso de Alaska y Mario.
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