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Apuntes

Combatir a Putin hasta el último ucraniano

No veo a Sánchez enviando una bandera de la Legión o un tabor de Regulares a la línea del Donbás

Como en la Primera Guerra Mundial, cuando los británicos y los franceses extendieron las operaciones en una Bélgica ya derrotada por los alemanes, con su rosario de atrocidades contra la población civil, Starmer y Macron están dispuestos a combatir a Putin... hasta el último ucraniano, claro. No digo yo que Zelenski tenga que rendirse ni que el espectáculo de matonismo que tuvo que sufrir en la Casa Blanca no merezca unas palmaditas europeas de consuelo, pero no veo yo a nuestro presidente del Gobierno, enfundado en el traje de resuelto estadista, muy dispuesto a enviar unas banderas de la Legión o unos tabores de Regulares a pegar tiros al Donbás, que una cosa es la propaganda defensiva en estos tiempos jodidos de la Jessica y otra muy diferente es arriesgarte a que el tío Putin te coloque un pepino nuclear en La Moncloa –que no se me anime nadie– o te invite a una cena con polonio, que también. Y lo mismo reza para los amigos británicos y franceses, aunque ellos son potencia atómica y dan más miedo, a quienes no veo con ánimos para hacer lo que hay que hacer, que no es otra cosa que reconocer desde el espacio, localizar, marcar, bombardear y aniquilar las posiciones defensivas rusas en el Donbás y, a continuación, cubrir con aviación y artillería de largo alcance el contraataque de la infantería ucraniana. Esto, con el material que tienen los gringos, es mucho más fácil, pero bastante será con que la industria militar norteamericana siga presionando a Trump para que mantenga los suministros a Zelenski, que tenemos mucho puestos de trabajo que mantener y los malvados europeos parecen empeñados en fabricarse su propio armamento, que así no hay quien venda un mísero proyectil del 155 o un cohete inteligente de los que dispara el Himars. Porque pretender que Ucrania aguante frente a Rusia sin ayuda directa, a base de poner muertos en una batalla de desgaste que no pueden ganar, es de un cinismo atroz. Y miserable, si los dirigentes que preconizan la resistencia a ultranza tratan de cubrir con la retórica belicista sus problemas internos. Te podrá caer mejor o peor Trump –a la gente educada con la que me relaciono le cae como una patada en el bajo vientre, eso sí, solo un punto por debajo de Sánchez–, pero si ha decidido que lo mejor para sus intereses económicos es llevarse bien con Putin y apuntarse al negocio de la reconstrucción de Ucrania, con otra «Riviera», que hay que ser antiguo, en el mar Negro, pues no vale con poner mala cara y dar grititos. Como recordaba en estas páginas Vicente Vallés, la Unión Europea tiene casi tantos millones de habitantes como Rusia y Estados Unidos juntos, vamos, que alguna guerra podemos dar a unos tipos que nos miran por encima del hombro, creyéndose que somos todos como la von der Leyen y la Ribera, saboteando el futuro para disfrute de los coches chinos. Que da miedito no lo vamos a negar, pero no queda otra. Ahí tienen a la mexicana Sheinbaum, que se bajó la pollera con los «derechos de los migrantes» y tal para que Trump diga ahora que va a seguir con los aranceles porque para eso es el más fuerte y Vance le da masajes. Además tenemos una baza que no conviene despreciar. Consiste en que la política exterior de Trump, comercial y de estado, es muy mala, pero que muy mala, y que en menos de cuatro años está listo de papeles, que Estados Unidos no es Rusia.