Cuaderno de notas

Concierto de fin de curso de los niños

El cometido que te concedió el destino llevándote al salón de actos es la mayor de tus obligaciones, pues en todas partes eres sustituible, menos en esta, aquí en la actuación de tu hija

Pasaron otras cosas en la semana, pero la más importante de todas fue el espectáculo de fin de curso de las niñas. A veces, la vida te concede un momento que da sentido a todo lo demás, una escala con la que medir las demás cosas que están sucediendo. Se pusieron de acuerdo para gobernar tal o cual comunidad, este político dijo aquello sobre las banderas del orgullo, estuvimos al borde de la guerra civil en Rusia y, mientras tanto, tú sentado en el concierto de fin de curso de los niños, allí partiéndote las manos como si estuvieras en la Scala de Milán, sonriendo como si se fueran a dislocar los músculos de la cara y asomando por el párpado un lagrimón del tamaño de una lavadora. Ese hombre que estás siendo da sentido a todos los hombres que eres y esa tarea, a todas las tareas. El cometido que te concedió el destino llevándote al salón de actos es la mayor de tus obligaciones, pues en todas partes eres sustituible, menos en esta, aquí en la actuación de tu hija Macarena, pantalón vaquero, camiseta blanca, coleta, segunda empezando por la izquierda de la tercera fila, voces altas, qué guapa está.

Después, el repertorio o lo que suceda en el escenario carece de importancia pues el clímax emocional del concierto se alcanza sin que siquiera haya comenzado. Ocurre justo en el momento en el que el niño busca a sus padres entre el público y de pronto los encuentra y se sonríe como sorprendido, como si de alguna manera hubiera sospechado que igual no aparecías, ya sabes, el aita tiene mucho trabajo, hay veces en que no lo vemos en todo el día, etc.

Ay, amigo, en ese momento en el que tu hijo te ve entiendes todo lo que pasó en tu vida, qué digo en tu vida, todo lo que pasó en el universo para que se diera exactamente ese momento. Todas las leyes de la física, la genética y el azar resolvieron para que tú estuvieras allí ese día, sonriendo a ese niño y ese niño sonriéndote a ti, aliviado de que hayas acudido a la cita que te recordó en el desayuno. Tantas veces le fallaste, pero hoy, no. Hoy estás donde tienes que estar. Hay gente planteándose para qué reproducirnos y yo creo que hay que tener hijos para ir a sus actuaciones de fin de curso. Solo por eso, la humanidad ya tiene sentido.

Yo vi a los Rolling Stones en San Mamés y a Los Ramones en Anoeta, pero sobre todo vi a Macarena tocando las palmas en ese tema de Violeta Parra y a Paloma cantando aquella canción que habla de las mañanas de domingo en Bamako.

Hay días en que ya no sé si hay dos Españas o setenta y tres, pero todas están en el espectáculo de fin de curso de los críos. Basta pensar en el tipo que cae mal. Pensar en Sánchez si uno vota a Feijóo o en Feijóo, si vota a Sánchez. En Abascal, Irene, Iglesias, no importa. Hay que concebir al que te caiga peor e imaginarlo en el espectáculo de fin de curso de su hijo en ese momento en el que el crío lo encuentra entre el gentío y lo saluda así con la mano. Sea de derechas, de izquierdas, torero o del Pacma, cochino rico, pobre de solemnidad, independentista hiperventilado, ateo con muchas lecturas, runner globero, vegetariano en proceso, lo que sea, digo, ese tipo es exactamente el mismo tipo que tú porque en el concierto de nuestros hijos todos somos el mismo.