Apuntes

A condición de que sea verdad, señor presidente

Desde que gobierna Pedro Sánchez nuestra balanza comercial con China no ha hecho más que deteriorarse

Cabría felicitar al presidente del Gobierno por los logros en materia de comercio con China obtenidos en su último encuentro con Xi Jinping, pero sólo a condición de que lo contado por el presidente y jaleado por la propaganda de La Moncloa sea verdad, lo que no parece. Se nos dice que se han conseguido acuerdos para abrir el mercado chino al porcino, las cerezas, los cosméticos y los medicamentos españoles y, sin embargo, en los textos publicados conjuntamente sólo se habla de «memorándum de cooperación», «intercambio de información», «protocolos sobre normativas» e «implementación de reglas aduaneras», conceptos que distan mucho de que los queridos agricultores de Plasencia o los mataderos de Tarancón tengan abiertos los mercados de Wuhan, por poner un ejemplo de ciudad china que a todos nos suena y no, precisamente, por su estupenda cocina local.

Disculpará el señor presidente del Gobierno nuestro escepticismo y no tendríamos el menor reparo en pedirle disculpas si en un par de años los chinos compran las mascarillas en Salamanca, se recetan supositorios catalanes y se atizan de sobremesa un aguardiente de Kirsch para pasar mejor la panceta extremeña, pero va a ser que no. La realidad, tozuda, señor presidente, es que desde que está usted en el Gobierno la balanza comercial con China no ha hecho más que empeorar, pese a sus viajes a Pekín y sus arrumacos a los camaradas comunistas, los mismos, por cierto, que hace unos años decidieron llevar a cabo las ejecuciones de sus ciudadanos en secreto para no dar pábulo a las críticas occidentales. Los datos publicados nos dicen que si en 2018 importábamos desde China productos por valor de 26.900 millones de euros, en 2024 el volumen subió hasta los 45.100 millones de euros, frente a unas exportaciones españolas de 7.500 millones.

Es decir, la balanza comercial se ha deteriorado en un 80 por ciento, lo que, digo yo, aconsejaría que el presidente del Gobierno dejara de hacer viajes a China y de firmar esos «extraordinarios y ventajosos» acuerdos comerciales con la dictadura de Pekín. Aunque solo sea porque exportamos casi el triple a Estados Unidos, país con el que también tenemos una balanza comercial deficitaria de 10.000 millones, baza con la que un negociador medianamente inteligente podría negociar en Washington. Claro, siempre que la prioridad no sea ponerse a la cabeza de la manifestación contra Trump, a ver si rascamos algunos votos en el mercado doméstico, que aún hay muchos españoles nostálgicos de la URSS o cabreados por la putada de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y las Marianas.

El caso es que, si la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China se va a mayores, con las previsibles salpicaduras a Vietnam y Camboya, los chicos de Xi Jinping van a tener que buscarse la vida en otros mercados y qué mejor que los de la Unión Europea, donde tienen ya un amigo entrañable y obsequioso como nuestro presidente del Gobierno. Es un consuelo saber que, por mal que se pongan las cosas, el tío Trump sólo estará cuatro años dando la tabarra y haciendo grande a América (o no) entre partidos de golf y exhibicionismos verbales. También, que los norteamericanos votan al legislativo dentro de nada y pueden cambiar las mayorías. Cosas que, por supuesto, nunca ocurrirán en China, al menos, en breve.