Biblioteca Harley-Davidson

El Congreso de Núremberg

La más risible es la del “reencuentro de catalanes”. Los que vivimos en Cataluña sabemos que eso no está pasando, ni se ha dado nunca. No hay acercamiento, ni reencuentro, ni nada parecido.

Exageró el sábado pasado Sánchez, obligando a sus currantes a ponerse en pie y aplaudir, enfervorizados, al final de su discurso en el congreso federal del PSOE. Tal entusiasmo, en el momento y tema actual, no se lo cree nadie si no responde a una escenificación. Existen entre ellos demasiadas dudas morales como para luego presenciar esa actuación. El momento es muy delicado y hay que ser más cuidadoso con la dirección de actores. Había llegado el momento de dejar de ocultar que la amnistía ya estaba decidida unilateralmente (porque no se podía estirar más el chicle de ocultar lo inconfesable) y se necesitaba un decorado de aclamación.

Ahora bien, toda esa escenificación exagerada no convence a la gente sensata. Los gestos histéricos y exagerados de los lugartenientes recuerdan demasiado al congreso de Núremberg. Se incluye en ellos la tibia disidencia pactada de García Page para que los disconformes tengan una sala de los refunfuñadores donde desahogarse. El objetivo es fingir que le obligan por mayoría, para intentar quedar bien delante de sus votantes regionales que andan con la mosca detrás de la oreja. Si examinan con atención el discurso entre líneas, lo que dice Sánchez a sus generales es que si no hay amnistía se quedan sin trabajo y eso no puede ser. Cuando dice que traga por España es un eufemismo para decir que, o tragan, o a la calle. Lo más preocupante es ver que imaginan que ellos (una sala con unas decenas de delegados socialistas) son España.

Son penosas las coartadas. La más risible es la del “reencuentro de catalanes”. Los que vivimos en Cataluña sabemos que eso no está pasando, ni se ha dado nunca. No hay acercamiento, ni reencuentro, ni nada parecido. Nada ha cambiado en los últimos meses. Son mentiras que pueden hundir a largo plazo al PSC. Pero eso a Pedro no le importa porque, para entonces, él ya no estará ahí.