El bisturí

La cortina de humo de Mortadelo Rubiales

La gran amiga de Sánchez, de pedir perdón por la ley del «sólo sí es sí», ni palabra

Durante la mayor parte de agosto he tratado por todos los medios de rehuir el caso Rubiales en este espacio que de forma tan generosa deposita en mis manos LA RAZÓN. Desde el minuto uno apestaba la utilización torticera por parte del Gobierno del infame beso que dio a la jugadora Jennifer Hermoso, tras ganar España el Mundial femenino, este Mortadelo con ínfulas de filósofo graciosillo, que ha hecho de la Federación Española de Fútbol su particular reino de Taifas, siguiendo los pasos de Ángel María Villar. No es la primera vez que ocurre. Pedro Sánchez y sus fontaneros de Moncloa son verdaderos especialistas en el arte de utilizar cortinas de humo para tapar con ellas sus negligencias y los problemas realmente serios que aquejan a la sociedad. Sucedió durante la pasada legislatura, en donde un escándalo tapaba otro escándalo que a su vez era tapado por otro en un bucle permanente que llegaba casi al infinito, creando una suerte de ceremonia de la confusión entre los futuros votantes. Confusión alimentada por nosotros, los medios, dando pábulo a la mascarada.

Y también ha ocurrido este mismo verano, tras las elecciones del 23-J, con el macabro asesinato protagonizado en Tailandia presuntamente por el nieto de Curro Jiménez. El affaire de Daniel Sancho, las olas de calor causadas en pleno agosto por el supuesto cambio climático y el pico de Rubiales le han venido como anillo al dedo a un Sánchez que, además de pasear con boina por la plaza Yamaa el Fna de Marrakech, ha aprovechado para tejer silenciosamente con los independentistas el hilo que le permitirá llegar deslumbrante a su investidura. Baste decir que mientras se comentaba el récord de temperaturas, del desmembramiento del cadáver hallado en el país asiático y del pico primero aceptado y luego despreciado de Rubiales no se hablaba de lo verdaderamente grave, de lo que está por venir, de una España vendida a los secesionistas y herederos de Batasuna a cambio de un tiempo extra de poder. Tampoco de la subida disparatada de precios como los de la gasolina o el aceite de oliva que dejan a las familias sin poder llegar a fin de mes. No, nunca la supuesta bandera feminista que airea le vino tan bien al Gobierno como ahora para desviar la atención. En este contexto de agrandar la cortina de humo hay que enmarcar las declaraciones altisonantes de los ministros Félix Bolaños y Miquel Iceta, que no parece saber mucho del fútbol, o de Víctor Francos, el secretario de Estado para el Deporte que parece teletrabajar desde Tarragona. Mención especial merece Yolanda Díaz, la vicepresidenta. Si demagógicas fueron las intervenciones generales de los miembros del Ejecutivo sobre este particular asunto, las realizadas por la gran amiga de Pedro Sánchez no tienen precio. Arremetió, cómo no, contra Rubiales, que ha campado a sus anchas en la federación con el apoyo del mismo Gobierno que ahora le critica. De pedir perdón por la ley del «sólo sí es sí» que ha rebajado las penas a más de mil violadores y liberado a más de un centenar, ni palabra. Ni un reproche para sí misma ni para sus examigas de Podemos por ese ataque mayúsculo a la mujer, pero sí mucha habladuría, mucho feminismo y mucho bla, bla, bla. Todo con tal de encubrir las maniobras de Sánchez para repetir en Moncloa.