Cuartel emocional
El cronometrador
El exceso de estupidez nos lleva a derramar dinero en lo inútil prescindiendo de lo fundamental.
Irene Montero, esa paridora incansable de bodrios, ha tenido una “ideíca” para la más estúpida de las sociedades, o sea la nuestra. No conforme con el sí es sí, antes de irse al ostracismo, cosa que ocurrirá después de su cese como ministra-basura, quiere dejarnos una aplicación para el teléfono que cronometre el tiempo que invierte en labores del hogar cada miembro de la pareja. El engendro en cuestión se llama “Me toca” y ha costado al inefable ministerio la friolera de 212.000 euros, siendo su finalidad “ayudarte a organizar el reparto de tareas del hogar y alcanzar la corresponsabilidad entre los miembros de la casa”. Nietzsche dejó bien claro –ya en 1885-, que “hay un elemento de decadencia en todo lo que se refiere al hombre moderno”, y cuando dice “hombre moderno” no se refiere al macho de la especie humana sino a la humanidad en general. No le faltaba razón, y no sé si la sensatez de unos pocos llegará a salvar la deriva que estamos tomando hacia el caos absoluto, hacia el desmembramiento de la sociedad y hacia el final de la especie, que si no ocurre no es porque no estemos haciendo méritos. El exceso de estupidez nos lleva a derramar dinero en lo inútil prescindiendo de lo fundamental porque lo importante es el poder; todo es irrelevante y los escrúpulos carecen de sentido dentro de la crisis de valores que muestra la sociedad. La degradación moral se aprecia al salir a la calle y echar un vistazo alrededor, al abrir un periódico o al encender la tele. Supongo -y no dejo de tener en cuenta-, que somos duros como el pedernal y que después de las tempestades vienen las calmas, con lo cual hemos de tener esperanza y pensar o confiar más bien en un Renacimiento, como el del medioevo, que nos obligue a pensar, replantear, experimentar y explorar fórmulas de lo que hoy ya es pasado y regresar a la coherencia y a la sensatez, aunque los de una mediana edad no lleguemos ya a verlo, si bien no quisiéramos dejar este mundo sin tener la esperanza que nuestros nietos y bisnietos vivirán en una estabilidad social, libres de los sobresaltos que hoy nos acucian.
Por lo demás, decir que ya resulta un poco secante el culto a los muertos –mejor muertas-, que hemos rendido esta semana tanto a la Campos como a María Jiménez. Estoy de acuerdo en todos los elogios y los parabienes que se les regalaron en revistas, periódicos, radios y televisiones, pero si hubiera sido un intelectual, por ejemplo, un escritor o un artista plástico, todo este duelo se hubiera conmemorado en un día pero no en siete como en el caso que nos ocupa, quede claro que con todo el merecimiento por ser dos mujeres que han sido muy sobresalientes, cada una en lo suyo. “En España enterramos muy bien a los muertos”, según dejó dicho Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque en vida se les haya puteado, criticado y denostado sin mayores contemplaciones. Pero así somos y así es nuestra idiosincrasia.
CODA. La Princesa Leonor ha comenzado sus primeras maniobras militares con fusil, todavía sin munición, arrastrándose por el barro. El cantante José Manuel Soto publicó en las redes un tuit diciendo “Dios le dé larga vida y un reinado largo y próspero a pesar de los millones de h.de p. que querrán destronarla”, esos que están a puntito que quebrar España, de desintegrarla, de hacerla trizas, esos que pactan con delincuentes y que nos llevan a situaciones indeseadas. Ese que será investido presidente si no se plantan las Instituciones del Estado y pegan un puñetazo en la mesa para detener esta infamia.
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