Biblioteca Harley-Davidson
Al cubo
Si ya el modo como resolvió la distancia con su padre multiplicó su prestigio por sí mismo (es decir, un monarca al cuadrado), no cabe duda que el incidente del domingo reduplica esa operación y lo eleva al rango de quien habla con la población en su lenguaje. O sea -y nunca mejor dicho- un monarca elevado al cubo
No debe resultar un trabajo sencillo ser rey en 2024. En el pasado las monarquías se caracterizaban por su absolutismo, pero a muchos les cuesta reconocer que las dinastías occidentales prescindieron de eso ya hace mucho tiempo. Quizá por ello, le tiraron un cubo de plástico al rey el otro día en Valencia. Un cubo al rey, y un palo al presidente del gobierno. Se vio claramente por la tele.
Ahí terminan las similitudes, porque el rey decidió quedarse y discutir las cosas con la multitud, mientras que el presidente salía huyendo con el rabo entre las piernas. Fue humana, al fin y al cabo, su vergonzosa huida. El dispositivo de Interior estaba tan mal montado como solo un ministerio que ya ha fracasado en casi todos sus aspectos decisivos puede hacerlo. Lo inexplicable es que Marlaska siga ahí cuando ya no lo respeta nadie, ni del espectro político, ni de la población. Esa autoasumida falta de respeto es lo que le hizo a Sánchez ver como única salida posible el poner pies en polvorosa mientras el rey se quedaba para hacer frente a la situación. Las imágenes del rey y la reina, llorando, abrazando a la gente, son de aquellas que difícilmente pueden olvidarse. Los móviles y las cámaras recogieron su tono de voz grave, firme, pacificador y asertivo. Inequívocas imágenes. Razonando con la gente, volvió a su favor una situación enormemente violenta. Guau. No es nada fácil, amigos, el temple con el que ese tipo supo gestionar una circunstancia tan complicada. Si ya el modo como resolvió la distancia con su padre multiplicó su prestigio por sí mismo (es decir, un monarca al cuadrado), no cabe duda que el incidente del domingo reduplica esa operación y lo eleva al rango de quien habla con la población en su lenguaje. O sea -y nunca mejor dicho- un monarca elevado al cubo.
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