Parresía
Cuestión de ética
A lo largo de estos años, la supervivencia política de Sánchez ha estado por encima de cualquier otra consideración
¿El fin justifica los medios? Soy de las que creen que no, a menos que tu integridad física o la de alguien que dependa enteramente de ti esté en juego (yo no mato ni robo, excepto en situaciones extremas del tipo «mato en defensa propia» o «no tengo un céntimo y, desesperada, robo comida en un supermercado, para darle de comer a mi hijo»). La cuestión me fue planteada durante la adolescencia, en aquellas clases primeras de Filosofía. La medité y la dejé más o menos resuelta en el listado de valores que me definen.
Desde este prisma ético, estrictamente personal, me resulta muy difícil empatizar con un presidente del Gobierno que, aunque enarbole la bandera de las libertades y clame por la justicia social, ha escogido aliarse con Bildu y no con otros, y te lo explica como algo positivo, o que alardea de que en Cataluña se vive mejor gracias a sus indultos y concesiones a un grupo de independentistas que intentaron romper este país, y que siguen en ello.
Por muy arrebatador y seguro de sí mismo que haya estado esta semana en El Hormiguero -al César, lo que es del César- no me puedo reconciliar con él: a mí no se me olvida que, en el fondo, el objetivo de Pedro Sánchez a lo largo de su mandato ha sido mantenerse en la Moncloa, bastantes veces por encima del bien común y del de su propio partido, lo saben bien en las filas del PSOE y otros muchos ciudadanos, que irán a votar el 23 de julio.
A lo largo de estos años, la supervivencia política de Sánchez ha estado por encima de cualquier otra consideración («donde dije digo, digo Diego». Y luego, en Antena 3, explico que no he mentido, que solo he rectificado, lo mismo que los venerables Adolfo Suárez y Felipe González en situaciones parecidas. Y añado que el 90% de los medios son culpables creadores de un imaginario monstruo sanchista de siete cabezas, injusticia de la que soy víctima).
Señor presidente, ahora que vuelve a pisar todos los platós que antes había evitado, me dirijo a usted: si tanto le horroriza el término «sanchismo», ¿qué nombre le ponemos los periodistas a esta manera genuina que ha tenido de gestionarnos, manual de resistencia en mano? No hay antecedentes, por mucho que evoque a Suárez y a González. Me habría gustado escucharle en El Hormiguero más reflexiones del estilo de la ley del sí es sí –gracias por las disculpas–, más humanidad y menos del menú de ideas de campaña. Sobre Núñez Feijóo no tenemos aún la referencia de la gestión nacional pero le prometo, desde aquí, que seré igual de exigente con él en el plano ético.
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